Amor, Fenómenos socioculturales

El amor como antídoto contra nuestro individualismo compulsivo

«El hombre moderno tiene un problema de personalidad. Puesto que la vida moderna en sociedad es un enorme juego de roles, la gente no puede manifestar toda su individualidad, sino tan solo por partes. En casi todas las dimensiones sociales, el individuo moderno se ve obligado a desempeñar ciertas funciones, ya sea como vendedor ambulante o como superestrella. Sólo con este disfraz puede acceder a la sociedad. A las personas ‘completas’, por el contrario, se les suele pedir que ‘esperen afuera’. En cierto modo, las personalidades divididas son la norma hoy en día. Excepto en el amor, donde la persona completa tiene una mayor oportunidad. Esta promesa de totalidad hace del amor una agencia moderna de creación de significado.» (Christian Schuldt, Der Code des Herzens. Liebe und Sex in den Zeiten maximaler Möglichkeiten (El código del corazón. Amor y sexo en tiempos de la máxima oportunidad”), Capítulo IV: «Ich liebe, also bin ich» (Amo, luego existo), Frankfurt: Eichborn Verlag, 2004)

El sociólogo alemán y estudioso de la cultura y de la transformación digital, Christian Schuldt, continúa: «La individualidad moderna también aumenta la desorientación y ejerce presión sobre las personas. Cuanta mayor libertad tengan los individuos para dar forma a sus propias vidas, más responsables se sienten de satisfacer esta libertad. … La verificación de la propia individualidad solo puede venir de fuera. Debemos averiguar si los demás comparten nuestras ideas sobre nosotros mismos y comprobar si la valoración de los demás corresponde con la nuestra. Cuanto menor sea este traslapo, mayor será el riesgo de una crisis de identidad».

Y aquí es donde el autor introduce el amor como panacea universal: «El amor logra la afirmación suprema de la individualidad y, por lo tanto, contribuye en gran medida a la construcción y al refuerzo de la identidad. Además de aceptar plenamente al individuo con todas sus peculiaridades, el amor suple las carencias de la sociedad moderna. «Quizás sea cierto que no existimos a menos que haya alguien que nos vea existir» es la premisa de Alain de Botton en su novela El placer del amor: «No estamos del todo vivos hasta que nos aman».[1]

«El concepto de ‘sujeto’ ofrece también una protección simbólica frente a la insignificancia de cada individuo. Como sujeto, no soy tan solo una persona entre miles de millones de personas, sino un ser único, con derecho a un trato especial y favorable a mí como sujeto. Esto de por sí garantiza una cierta inmunidad contra el riesgo de ser común y corriente. Mucho más eficaces son los sentimientos de singularidad que transmite el adjetivo ‘individual’. Al mismo tiempo, convierte la individualización en un esfuerzo paradójico. Si todos queremos ser individualistas, todos nos esforzamos por lo mismo: todos queremos diferir de los demás. La singularidad para todos al mismo tiempo significa adaptarse a todos los demás».

Fotografía: Youssef Limoud

La individualidad: un autoengaño permanente

«Perseguimos el yo sin descanso. La palabra mágica para esta autobúsqueda colectiva es ‘autorrealización’. El hombre moderno no solo es real, sino que también quiere realizar esta realidad. La presión por ser individual hace que las personas no sólo quieran ser diferentes de los demás, sino también, por ese constante deseo de cambio y evolución, diferentes de sí mismas. Es así como los individuos modernos están bajo el eterno estrés de la autopresentación. Y a quien intenta ser individualista con demasiado ímpetu se le cataloga de inmediato como conformista (…) Por ello, la individualidad es una decepción continua. (…)

Esto perfila el dilema del amor individualizado. El amor de hoy ofrece la máxima calidad de compensación, por todo aquello que la sociedad moderna en ocasiones hace casi intolerable. Equilibra la pérdida de significados y orientaciones claras. Pero cuanto más felicidad y seguridad individual promete, más susceptible será de sufrir trastornos. La creciente presión de las expectativas sobre el individuo también se refleja en las exigencias sobre la pareja y su relación. Justo cuando se supone que el amor está en su momento más romántico, erótico y estable, pronto empieza a causar fastidio. Y cuanto más individual sea nuestra cosmovisión personal, más difícil resultará encontrar a una pareja que respalde sin reservas todas nuestras peculiaridades.

En tiempos recientes, esta ambivalencia parece haber provocado el auge de cierto tipo de relación: la monogamia en serie. El amor serial ofrece estabilidad en el tiempo, evitando no sólo la falta de compromiso que conllevan las aventuras amorosas, sino también la sensación de eternidad que pesa sobre el matrimonio. El amor en serie es, por así decirlo, romántico y realista a la vez».


1Barcelona: Lumen, 2017

Fotografía: Youssef Limoud

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