Eso es justo lo que sentía con los artistas latinoamericanos realmente excelentes a quienes tuve el privilegio de conocer a lo largo de los años: el nivel de calidad, ya muy alto, me hacía desear aún más. Solo lo mejor me parecía meritorio adquirir para la colección y presentar en exposiciones posteriores. Esto conlleva un riesgo: el de ser intolerante hacia cualquier cosa que posea el más mínimo indicio de mediocridad. Así como el surfista que siempre va en busca de la ola perfecta ¡también esperaba cada vez más calidad!
La comprensión del arte siempre se amplía —sin importar el propósito: sea este coleccionar o exponer— reuniendo la mayor cantidad de información posible sobre la personalidad del artista y analizando las condiciones que contribuyen a la creación de sus obras. La oportunidad de conocer al artista en persona resulta sencillamente invaluable. Las flores crecen afuera en el campo ¡y no en una computadora! La investigación sobre un artista que no conocemos está condenada desde el inicio a ser fragmentaria. También es un método bastante anticuado. Por temor a ser manipulados, las generaciones anteriores de críticos de arte rechazaban el contacto directo con artistas. Tal contacto, en su opinión, perturbaba la objetividad y las facultades críticas.
¿Cuánta transparencia es posible y necesaria?
La confianza se va construyendo recíproca y gradualmente; no debemos jugar con ella, ¡en ninguna relación! Al comprar trabajos de artistas muy jóvenes, confío mucho en su futuro desarrollo artístico. Pero debo tener cuidado de no darlo por sentado. Lo mismo vale para los artistas más viejos y aclamados: no hay garantía de una constante producción de alta calidad.
El mercado, sin embargo, ignora esas diferencias: un Picasso será siempre un Picasso; ¡Gerhard Richter será siempre un Gerhard Richter! Ello carece de fundamento, por supuesto. Ningún artista excepcional puede sostener el mismo nivel alcanzado. El arte no opera como producción mecánica (salvo ciertas excepciones). El mercado, sin embargo, debe dejar de lado tales discernimientos… y lo hará. Después de todo, qué lástima sería si un mal Picasso no se vendiera ¡y qué tedioso sería tener que evaluar cada obra en sus propios términos!
Al hacer cualquier comentario o afirmación, la absoluta sinceridad es de fundamental importancia. Solo así puede sostenerse una conversación provechosa y única. Además, la curiosidad y la crítica constructiva indican respeto hacia la otra persona. A partir de ahí, va creciendo la mutua apreciación como base para una futura relación de confianza.
En principio, mi enfoque era discreto y más bien escuchaba al artista hablar; de ahí las numerosas entrevistas a artistas en mis publicaciones. En el caso extremo, una entrevista podía llegar a ser como la de Ernesto Neto en Rio para nuestro catálogo de la exposición “Seduções” en 2006. Le hice una primera ¡y única! pregunta que desató en Neto un torrente de palabras durante una hora, ¡respondiendo así todas mis preguntas! Criticar obras individuales o la producción artística en sí es algo que muy rara vez hice y, si acaso, solo cuando el artista me lo pedía de forma explícita. Soy partidario de que al “curador” no le corresponde criticar; la tarea del curador es más bien la de aceptar al “artista” tal y como es.
Todo se reduce a la toma de decisiones
Al final, el curador o el coleccionista es quien debe tomar una decisión. Al curador le compete escoger a cada artista entre un amplio número y luego escoger obras específicas de esos artistas entre su producción completa. Es así como —de forma intuitiva y sin conocer aún las inclinaciones bibliófilas de Waltercio Caldas— compré todos sus libros-objeto. Sus trabajos a gran escala también son excepcionales, mientras que los formatos medios no son su fuerte. “Cuanto más grande, mejor” también es cierto de sus colegas brasileños Iole de Freitas y Ernesto Neto, y, por cierto, del arquitecto paisajista Burle Marx. O tomemos, por ejemplo, a Julio Le Parc: en mi opinión el mejor artista óptico-cinético del siglo XX, pero cuyas esculturas y pinturas son menos significativas. O Luis Camnitzer: brillante conceptualista con una marcada inclinación por la poesía, quien resulta menos convincente en sus intentos de transmitir algunos temas de forma literal…
Interessante análise. Nunca havia visto por esse ângulo, mas não deixa de ser evidente
El curador es, inevitablemente, crítico. Lo es al elegir determinado artista, al elegir determinadas obras y en la forma de exhibirlas. Conocer al artista por primea vez, su manera de vestir, de hablar, de su gestualidad son reveladoras de su personalidad y de su talento. Se puede profundizar ese conocimiento con la frecuencia esporádica. Confirmar o decepcionarse. Hay artistas que pueden ser personas queribles y gemerosas y ser mediocres creadores. Otros, agresivos e insoportables y grandes creadores.
Nunca conoceremos bien a cualquier persona por mucho que la frecuentemos. No conocimos a los artistas del pasado y no obstante, disfrutamos el legado existente en los museos y colecciones particulares e intimamos con con su manera de ser y de vivir.
Cierto, todo depende de cada crítico, de cada curador, de su propia personalidad y de sus necesidades de conocer o no, a los artistas vivos..Lo importante es la constante frecuentación de la mirada sobre las obras a lo largo de los años, de ver, ver, ver y estimar con la suficiente flexibilidad para entrar en la obra, descubrir, detrás de los signos evidentes, los ocultos y no sobreponer los pre-juicios propios.