Arte Latinoamericano

Doris Salcedo (nace en 1958 en Bogotá, Colombia, y vive y trabaja en Bogotá) 

Doris Salcedo es una de las pocas artistas capaces de expresar en el arte los horrores que la violencia política inflige a la humanidad. Y lo ha venido haciendo de forma incesante durante las últimas décadas, sin caer en la cursilería sentimental. Su denuncia está impregnada de un luto profundo que, sin embargo, nunca se convierte en patetismo, e infunde de forma impresionante y con una elocuencia inesperada el silencio que provoca la ausencia humana. Comparando su trabajo con la realidad, una vez lo describió como una «canción de impotencia». Sin duda, se quedó corta.

La dignidad importa

«El arte no salva, pero puede devolver la dignidad humana que se ha perdido». Hasta el día de hoy las obras de Doris Salcedo se mantienen fieles a este lema. Les da el espacio a las víctimas y nos hace escuchar sus lamentos. Con su extraordinaria capacidad artística, ilustra lo indescriptible y da expresión a lo indecible.

El arte de Doris Salcedo tiende a relacionarse con una realidad existente y sus obras podrían definirse como «monumentos». Tanto sus series más íntimas como sus obras fijas al aire libre y en gran escala, poseen un carácter universal que va mucho más allá de los contextos locales y exponen hasta qué punto la violencia deforma la vida. La ternura y vulnerabilidad ante la amenaza están siempre físicamente presentes en sus obras, donde la negación y la disfuncionalidad se erigen como metáforas de fenómenos como el desplazamiento, la tortura y la segregación.

8th Istanbul Biennial, 2003, Fotografía: Sergio Clavijo

Monumentos meticulosos

Muchas de sus obras tienen una apariencia monumental y, no obstante, son muy sutiles en los detalles. Raro es el centímetro que no esté estéticamente pensado. Todo tiene su significado y función, y está elaborado con la mayor exactitud posible. Es más, su arte también posee una enorme calidad en términos de realización pictórica y escultórica. Todo esto se suma a un atractivo singular que a su vez conduce al efecto integral que generan los contenidos, la atmósfera y las emociones de cada obra individual. Materializar la intención de la artista requiere, por lo tanto, un máximo de rigor conceptual. No es de extrañar que Doris Salcedo haya exasperado a innumberables técnicos y curadores con su sofisticada logística.

Sus propias palabras reflejan el alto nivel que exige: «Las obras públicas necesitan una precisión que excluye la improvisación. Y: «Cuando logro darle a la pieza una vida independiente de la artista, entonces se convierte en una obra exitosa». Este enfoque meticuloso ya se había hecho evidente en su instalación para la Bienal de Estambul en 2003: apiló más de 1500 simples sillas de madera usadas en un pequeño espacio entre dos edificios para abordar la historia de la migración y el desplazamiento en Estambul, otorgándole un símbolo al caos y a la ausencia al mismo tiempo.

Shibboleth

«Shibboleth» fue otro gran éxito: Salcedo produjo una grieta de más de 150 metros de largo que serpenteaba a lo largo del piso en la Sala de las Turbinas del Tate Modern en Londres. Empezaba como una pequeña fractura y se iba expandiendo hacia una profundidad de dos pies en el otro extremo. El espacio negativo al que dio lugar –una fisura sutil y de corte áspero a la vez– era como una herida que podía vincularse al odio racial, a los inmigrantes y a la segregación.

Palimpsesto

Palimpsesto, 2017, Palacio de Cristal, Madrid, Fotografía: Patrizia Tocci

«Palimpsesto» (2017), instalada en el Palacio de Cristal, en Madrid, hacía referencia a todos los refugiados que se han ahogado en el Atlántico y el Mediterráneo en los últimos años. Escritos en losas de piedra instaladas en el suelo del edificio, los nombres de los muertos, espaciados de forma equidistante, surgían como perlas de agua brillando y resplandeciendo a la luz del sol, como si fuesen lágrimas. Con todo eso, en la obra no había ni una pizca de melodrama, sujeta como estaba a la mente creativa y formalmente controlada de la artista. La violencia era palpable y, sin embargo, permanecía invisible: «Quiero hacer llorar a la gente».

Fragmentos

Fragmentos, 2018, Bogotá, 1296 tejas de acero, detalle

«Fragmentos» (2017) fue creado en Bogotá como un monumento a la paz recién negociada con la guerrilla. La obra consta de tres espacios que comparten un piso hecho con el metal fundido de las armas entregadas por exguerrilleros de las FARC. Al principio, el visitante apenas nota que está caminando sobre ametralladoras fundidas; pero en el instante en que toma conciencia de este hecho, su percepción cambia por completo. Este efecto, de una sensualidad extraordinaria, recorre como un hilo conductor todo el arte de Doris Salcedo, aunque a menudo lo encubre la intensa carga emocional y política, por lo que no siempre se hace evidente de forma tan inmediata como en este trabajo.

A flor de piel

A flor de piel, 2012, detalle, Fotografía: Ben Westoby

Otra obra de tremenda sensualidad y poesía es «A flor de piel» (2014). Cuarenta personas trabajaron durante dos años para realizar este «sudario» dedicado a las víctimas de la tortura. Miles y miles de pétalos de rosa están cosidos con puntos microscópicos –su superficie tratada para conservar la textura y los colores– quedan suspendidos entre lo animado y lo inanimado. La inmensa fragilidad, la desnuda impotencia del cuerpo humano se expresa aquí con más intensidad que en ninguna otra de sus obras. El sudario, de espléndida y lujosa opulencia, se ve húmedo y delicado. Por un lado, está la belleza terrenal de la sangre y la vida palpitando «a flor de piel», capturada en los colores cautivantes y en las finas venas de los pétalos de rosa; por otro lado, la mortaja extendida es insuficiente para cubrir incluso la más mínima fracción de los muertos que deben enterrarse. «Fue en los límites exteriores de la fragilidad que encontré un cuerpo vulnerable».

Cuando le pregunté a Doris Salcedo qué significa para ella la belleza, me respondió: «En mi obra logro acercarme a la falta de belleza y mostrar su ausencia. Es quizás lo más cerca que he estado de la belleza». ¡Otra vez se quedó muy corta!

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