Julio Le Parc es un hechicero sinigual cuyos poderes son irresistibles. Con alegre ligereza nos transporta a un caleidoscópico universo de luz palpitante que deslumbra, baila, salta y fluye; un reino de abrumadora belleza y elegancia que ejerce una fascinación hipnótica. En su mágico jardín de luz volvemos a ser niños, inmersos en nuestros juegos y ajenos al resto del mundo.
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El éxito queda casi asegurado cuando se exponen las luminosas piezas cinéticas que Julio Le Parc creó en la década de 1960; es imposible que el público no quede cautivado. Del abuelo al chiquillo de cualquier clase social: todos quedamos extasiados ante la experiencia abarcadora y sensual que fluye por la mente y los sentidos apenas nos adentramos en uno de los espacios luminosos de Julio. No es de extrañar, entonces, que todas las exposiciones de las piezas lumínico-cinéticas de Julio Le Parc que pertenecen a la Colección Daros Latinamerica tuvieran tanto éxito en Bogotá, Ciudad de México, Buenos Aires y, por supuesto, en nuestras sedes en Zúrich y Río de Janeiro. La exposición de 2005, en Zúrich, fue excepcional porque marcó un estreno muy especial para nosotros:
A lo largo de muchos años, tuve la oportunidad de ver las obras lumínico-cinéticas de Julio en diferentes lugares del mundo y ello me permitió darme cuenta de que eran en extremo importantes, aunque muy pocas para poderlas comprender en su conjunto. Tan pronto empecé a trabajar en la Colección Daros Latinamerica visité — junto con nuestra curadora técnica, Käthe Walser— a Julio Le Parc en su estudio en Cachan, cerca de París, para indagar sobre su cuerpo de obras cinéticas de luz. Estas, sin embargo, existían de forma parcial: empaquetadas en cajas, había piezas de antiguas máquinas mecánicas, motorcitos, correas de transmisión, resortes, bombillas soviéticas… El desafío consistió en imaginar juntos qué piezas podrían formar un conjunto coherente y –en la medida de lo posible– representativo de la obra lumínico-cinética de Le Parc en sus aspectos más importantes.

Recrear
¿Cómo lidiar con una obra de arte que nunca antes habíamos visto? Ensamblarla para poder verla y evaluarla. ¿Y cómo proceder con decenas de obras que no conocíamos? Del mismo modo. Sin embargo, pronto comprendí que nuestro montaje de prueba debía llevarnos directo a una exposición pública; ¡era demasiado esfuerzo para pasar por eso dos veces!
Fue así como decidimos corrernos el riesgo y reconstruir todas sus obras relevantes en torno a la cinética de la luz y presentarlas acto seguido al público en un estreno importante. Y digo estreno porque habían pasado muchos años desde que se mostraron en su totalidad y porque su creación lumínico-cinética había caído en el olvido. En los años siguientes, el artista y Käthe Walser recrearon estas obras en estrecha colaboración y con gran precisión científica, logrando por fin despertar a las bellas durmientes para darles una nueva vida de luz pulsante, reflejada, multiplicada y refractada. Se produjo una transformación mágica: objetos que a plena luz del día se veían como patéticos bricolajes, se convertían en los más fascinantes y gráciles poemas de luz inmaterial en cuanto se apagaban las luces.

“Lo que importa es lo que la gente ve, no lo que alguien dice”
En la década de 1960, Julio Le Parc rompió de forma radical con las convenciones artísticas, rechazando las imágenes estáticas en favor del dinamismo, situando sus obras en un estado de cambio constante y eliminando así cualquier punto de vista fijo. El juego animado de luces transforma el espacio y convierte al espectador en parte integral de un gesamtkunstwerk. El artista establece un conjunto de condiciones básicas, pero las superposiciones y demás características de los fenómenos lumínicos son fruto del azar. Este enfoque aleatorio genera constelaciones siempre nuevas y sorprendentes que nunca podrán comprenderse en su totalidad. Experimentar estos sucesos fugaces de luz nos anima a reflexionar sobre la naturaleza inestable de la realidad y sobre el curso irregular de la vida misma, con sus multifacéticos cortes y cambios.
Las obras cinéticas de Le Parc se resisten a la interpretación específica. Y eso es justo la intención del artista. En un mundo en el que todo y todos están programados —incluyendo el ámbito supuestamente libre del arte– Le Parc ofrece una salida a nuestra existencia reglamentada, liberando a los espectadores de su estado de dependencia al permitirles formar parte de una plena experiencia de luz. Le Parc busca otorgar una mayor autodeterminación a sus espectadores-participantes y sería el último en imponerles una visión particular: «Lo que importa es lo que la gente ve, no lo que alguien dice». El carácter profundamente humanista de su obra y su dimensión política radican en ese riguroso abandono de toda pretensión totalizante. El suyo es un arte libre y democrático, lleno de respeto por la humanidad, contrario al culto al genio y cien por ciento antiautoritario.
www.julioleparc.org
Una obra, mil obras
Julio Le Parc, poeta de la luz