El cubano Lázaro Saavedra es uno de los artistas más destacados y, a la vez, menos reconocidos de su generación. Por décadas ha desempeñado un papel importante en la isla caribeña como artista y educador, con una perdurable incidencia en generaciones enteras de artistas. Ha expuesto por todo el mundo desde hace años, pero su reconocimiento internacional aún está por llegar.
Con los pies sobre la tierra cubana
La falta de proyección internacional de Lázaro Saavedra puede deberse en parte a que no produce arte para vender ni lleva a cabo actividades de autopromoción. Además, siempre ha vivido en La Habana y forma parte integral de esa sociedad, con los pies bien metidos en la cotidianidad cubana, una gran fuente de inspiración para su práctica artística.
Se involucra de lleno en su entorno y observa la doctrina política decretada desde arriba de una forma decididamente crítica, llena de ironía o incluso de sarcasmo. Con ello, ha logrado mantenerse equilibrado sobre una cuerda floja; no sin dificultades, por decir lo menos. Sin embargo, ciertos asuntos solo pueden juzgarse con acierto in situ. La pasión y la parcialidad van disminuyendo a medida que aumenta la distancia ante los acontecimientos insulares.

La obra de Lázaro Saavedra no es fácil de entender. No existe un catálogo razonado y el propio artista no es de aquellos dispuestos a darte toda la información que se te antoje pedirle. Más bien hay que sonsacársela con mucho esfuerzo; a diferencia de otros célebres artistas cubanos, como Tania Bruguera, autopromotora nata.
Leer sobre su obra tampoco arroja muchas pistas: pareciera como si casi nadie quisiera sacar el cuello por él. La mayoría de los textos sobre su arte son elogios oficiales que le imponen al lector un revoltijo de datos históricos en torno al arte local, con el objetivo primordial de catalogar al artista como un eslabón en la tradición de la caricatura humorística y de ingenio. Así, los autores dejan de lado toda la virulencia política de Lázaro Saavedra sobre la realidad actual, eludiendo con elegancia la responsabilidad de tomar una posición. Pasan por alto muchas de sus obras más importantes por ser políticamente inadecuadas. Y, sin embargo, el régimen organizó una gran exposición para Lázaro Saavedra en el Museo Nacional de Bellas Artes de Cuba en 2003. ¡Este es el tipo de contradicciones que a los isleños no les queda otra que enfrentar!
Más allá de las categorías
Fuera de Cuba, la calidad artística de Lázaro Saavedra la conoce sólo un círculo bastante reducido de especialistas, sobre todo por sus pocas, aunque significativas, exposiciones en el extranjero, y mucho menos una retrospectiva.
Entonces, ¿cuál es el hilo conductor en el trabajo de Lázaro? ¿O será difícil clasificarlo justo porque sus obras desafían cualquier «clasificación» y ese es justo el rasgo que constituye su cualidad intrínseca? Su estrategia radica en la elusión y en un enfoque subversivo hacia todos y todo. En ese sentido, también socava la crítica de arte, volviéndola ineficaz ante sus propias obras.
En cualquier caso, estas son las líneas por las que discurren mis pensamientos sobre Lázaro y sus formas de trabajar. En mi opinión, no se trata tanto de entender la obra en sí misma, ya que ello supondría una cierta coherencia. Para empezar, prefiero cuestionar el significado de la coherencia misma en la obra de Lázaro: ¿es coherente?, ¿tiene que serlo?
Firme como un peñón
Sin duda, Lázaro Saavedra también ha producido obras que son objetuales en el sentido clásico y que a menudo alcanzan el estatus de íconos, como su «Detector de ideologías» o su instalación «El espectador y la Obra». En su obra priman, sin embargo, cualidades informales y performáticas; por ejemplo, de manera fantástica en su «Egocentrismo funerario», donde aparece él mismo metido en un ataúd. Sus vídeos tienen cierto carácter efímero: «OjoVideo Corp» o la videoinstalación performática «Muriendo libre» son ejemplos sobresalientes de esta manifestación artística.

Creo que es la actitud de Lázaro la que, por encima de todo, se refleja en su obra creativa. Una actitud que busca la «verdadera libertad» y que trató de transmitir también, y en especial, como docente del ISA (Instituto Superior de Arte). Es una actitud profundamente humana e intelectual, pero también ética y moral, que se manifiesta en sus acciones y en sus significativas e imperiosas reacciones ante los acontecimientos cubanos.
Lázaro siempre ha sido y sigue siendo un peñón en el oleaje cubano: fuente de información verídica, un paradigma de capacidad crítica y pacificadora, y fortaleza inquebrantable de constancia liberal. En medio de ese campo minado que es Cuba, Lázaro toma posición, comenta y critica. Cuando lo conocí hará unos 20 años, ya tenía su computadora en marcha constante, brindando un espacio de conocimiento y comunicación. Como dicen en Cuba: «¡Hasta la victoria siempre!»

Me considero bastante ignorante sobre la enorme congregación de artistas en el mundo, y no conozco la obra de Lázaro, solo he visto una o dos de él de la colección DAROS Latinoamerica, pero tu texto me crea una gran intriga sobre Lázaro Saavedra, solamente vivir en la isla, criticar e ironizar sobre la política de su país o de los de fuera sin que lo toquen, demuestra una gran inteligencia y manejo de la diplomacia. Me encantaría conocerlo y ver más de su obra. Un súper interesante artista.
Bello! Lazaro is really a fountain of inspiration 👍🏻