Arte Latinoamericano

Mala época para sutilezas, emociones y subversión

En la escuela y en la universidad aprendimos que hace siglos el arte seguía dependiendo por completo de ciertas restricciones, y atado a contextos eclesiásticos o cortesanos. Luego vino la excelsa edad de la Ilustración y, tras ella, la Gran Revolución que puso fin a todo eso…

La corrección política reemplaza a la religión

Tiziano Vecellio, Annunciazione, 1535, 166 x 266 cm, Scuola Grande di San Rocco, Venezia

Con el tiempo, el arte se emancipó y se volvió “autónomo”. Y así se mantuvo, hasta hace poco. Hoy, el arte ha vuelto a encontrarse con temas que abordar. Ya no es la “Ascensión” o la “Inmaculada Concepción”, sino el “Cambio Climático”, el “Calentamiento Global” o la “Igualdad de Género”. Tomemos, por ejemplo, la decimotercera edición de la Bienal de Sharjah, en 2017. En su conferencia de prensa, la curadora se quejaba amargamente de que a pesar de sus considerables esfuerzos, ella y su equipo no habían podido encontrar una posición idónea para la bienal en torno al tema del calentamiento global. Pobrecitos. ¡Imaginen su frustración! 

Pixy Liao, Home-made Sushi, 2011

¿Sin título? ¡Anticuado!

Mientras tanto, ponerle “sin titulo” a una obra está mal visto, sobre todo porque le deja al espectador el dolor —o el placer, si se quiere— de determinar lo que puede o no ser el tema de la obra en cuestión. En nuestra sociedad infantilizada todo tiene que explicarse y deletrearse para que jamás nos equivoquemos, desviemos o engañemos. Y que Dios no permita que se nos ocurran ideas absurdas. ¡Absolutamente todo debe clasificarse y volverse explícito, discernible y legible! Las ambivalencias son obsoletas y las incertidumbres, innecesarias. La seguridad es la máxima prioridad en todos los aspectos. La in-seguridad no sólo carece de aceptación en la actualidad, sino que aterra de plano, tanto en términos políticos como sociales.

La indeseable ambigüedad poética 

La búsqueda obsesiva de una supuesta eficiencia en nuestro turbocapitalismo tardío tampoco exime al arte. Cualquier ambigüedad se topa de inmediato con el rechazo; también porque cualquier cosa que se acerque a la complejidad abruma nuestros hilos habituales de pensamiento. Es lógico que esto vaya de la mano de una ansiedad absoluta ante los momentos poéticos en el arte, dado que la poesía no se revela en la literalidad. La poesía prospera justo entre líneas. Es vaga y alusiva; ansía la interpretación y, por lo tanto, tiene un potencial revolucionario y anárquico (es decir, indeseable para estos tiempos).

Sin emociones, por favor

¡Ni hablar de las emociones! Hace unos años, tuve el honor de ser invitado como ponente a un simposio en Berlín, organizado por uno de los principales periódicos de Alemania: el Frankfurter Allgemeine Zeitung. Ahí conocí a una artista conceptual de Estados Unidos, muy destacada en Alemania. Ante mi polémica y humorística exigencia de aumentar las emociones en el arte, ella respondió, de manera fría y condescendiente, que por desgracia es imposible evitar del todo que algunos rastros emotivos se cuelen en la producción artística. Consideraba estos rastros como molestos y contaminantes, aunque en última instancia no fueran más que meros vestigios insustanciales. Me desconcertó en ese entonces —y me sigue desconcertando todavía— que, de todas las disciplinas, las llamadas artes visuales pudieran acabar con las emociones, mientras que lo contrario es cierto para el teatro, la música, la literatura o lo que sea.

El poder de la subversión

En resumen, mucha gente se opone a cualquier tipo de contaminación e impureza en materia artística e intelectual. Y es que cada esquina sucia atraerá más suciedad, formando un caldo de cultivo bacteriano sin el cual, por así decirlo, no puede haber fermentación ni crecimiento ni desarrollo. Ello ampliaría un número incalculable de riesgos potenciales, impediría la limpieza, el orden y la nitidez, y conduciría a la anarquía, desafiando así todos los equilibrios de poder que prevalecen hoy por hoy.

  1. Dear Hans,

    the time of subversion, the artistic ambiguity, the layering of individual levels of thought seems to be over in the face of a more and more explanatory model of the artwork.
    This more and more “explaining” and cataloging of the artistic work of course leaves less room for interpretation … for mistakes … for lies.
    The works are explained “correctly” in detail. This often kills any artistic work and vision. Even the subversive.

    The time of correctness increases.
    When I use the means of lies and pseudo-scientific writings in my own artistic work, I am now accused of doing exactly that. I’m not telling the truth. But is this the task of an artwork? And what is the correct truth?

    And to the emotions .. these seem to be smiled at the moment as artistic means …embarrassing and shameful.
    Why is that? I do not know exactly. But the contamination you talk about certainly plays a role. Bringing an anarchic and ambivalent part into the work seems to make some more scared. The fear that the beautiful concept of the work becomes more unclear and imprecise. The simultaneous attack surface and vulnerability reinforce this.

    I believe that the courage to incorporate certain aspects into the work that are beyond explanations and interpretations seems to be less.

    Greetings from Cologne
    Roland

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