Arte Latinoamericano

Paz Errázuriz (nació en 1944, en Santiago, Chile. Vive y trabaja en Santiago)

Series de fotos relacionadas con comunidades minoritarias han sido el foco del trabajo de Paz Errázuriz durante muchas décadas. Dedica grandes conjuntos integrales a artistas de circo, malabaristas, pueblos indígenas que aún perduran en el sur del país, pacientes con trastornos mentales y en hospitales psiquiátricos, travestis bajo la dictadura militar…

Acercándose

Las juezas, 1983/2000, Gelatin silver print on fiber base paper, 30,7 x 43,4 cm, Cortesía: Daros Latinamerica Collection, Zürich

Paz Errázuriz se mueve entre estos grupos con gran sensibilidad y —a partir de la estrecha y cándida relación que establece— desarrolla una especie de documentación de las condiciones de vida, casi siempre precarias, de las personas que retrata. Con una respetuosa distancia —que sin embargo no renuncia a su implacable honestidad ni oculta la drástica realidad ni se detiene ante el abismo de la existencia humana—, su mirada de fotógrafa está marcada por un esmero y un cariño claramente evidentes. 

Nunca averigüé si era una mera coincidencia o si había algún método detrás, pero por alguna razón todos mis encuentros iniciales con las tres grandes fotógrafas latinoamericanas contemporáneas fueron similares. Estas tres fotógrafas —la panameña Sandra Eleta en Portobelo, la mexicana Graciela Iturbide en Ciudad de México, y la chilena Paz Errázuriz— se comportaron de manera muy reservada y cautelosa durante mi primera visita. Incluso me costó un considerable esfuerzo decirles que quería ver sus fotografías. Tenía una sensación intangible, pero muy presente, de estar sobrepasando un límite no precisado; como si estuviera a punto de traspasar un espacio indecible e íntimo. 

Bueno, en breve Paz y yo nos adentramos en una conversación amistosa y abierta. Poco a poco, me fue revelando su tesoro de fotografías. En ese momento, a inicios de este siglo, todavía era una joya desconocida fuera de Chile. Paz no tenía pretensión alguna. Era algo tímida, pero muy consciente de sus cualidades artísticas, aunque pasaría algún tiempo antes de que le llegara el reconocimiento internacional. Hasta el momento, sus fotos no tenían un precio. Pronto me di cuenta de que Paz era la modestia personificada; era por completo ajena a la jactancia. Además, nunca reveló ningún chisme confidencial o jugoso sobre detalles que sin duda conoció en las precarias circunstancias que rodeaban la toma de sus fotos.

El respeto como concepto básico

Susuki, Andrea Polpaico. Talca, 1987, de la serie “La manzana de Adán”, Gelatin silver print on fiber base paper, 30,1 x 43 cm, Cortesía: Daros Latinamerica Collection, Zürich

La impresión que me vino de forma espontánea, y que se fue intensificando con los años, era que todos los retratados por Paz aparecían «como realmente eran». Sus sujetos humanos nunca parecían estar posando o que hubieran visto obligados a asumir el papel de modelo. Más bien, fueron captados «de una manera muy natural», como si ni siquiera se hubiesen percatado de que los estaban retratando; aunque, por supuesto, sí lo sabían. Esto puede explicarse por el hecho de que Paz nunca se limitó a apuntar con su cámara y presionar el obturador, como Diane Arbus o Nan Goldin. De hecho, se pasó largo tiempo en la compañía de los grupos que le interesaba fotografiar, e incluso se convirtieron en parte de su vida; por ejemplo, los travestis, con quienes se pasó cuatro años construyendo una relación de confianza mutua. Siempre trató a los demás con respeto hacia su dignidad. A menudo lograba incluso restaurar la dignidad perdida a través de su trabajo fotográfico, con un profundo afecto por los que retrataba. 

Empatía y no voyerismo

-25-, 1994, de la serie “El infarto del alma”, Gelatin silver print on fiber base paper, 30,3 x 43,1 cm, Cortesía: Daros Latinamerica Collection, Zürich

Quizá sean justo los momentos tiernos y afectuosos entre las personas del asilo o de otras instituciones los que causan el mayor escándalo público. Nuestra sociedad aún no está preparada para acoger a los grupos marginados que Paz ha retratado a lo largo de más de 40 años: personas que están fuera del sistema, más allá del poder; personas cuya constitución, ternura y total vulnerabilidad ella documenta en sus fotos. Aunque Paz Errázuriz siempre retrata a un ser humano en particular, también encarna a la humanidad toda. Por principio, trasciende el contexto local y nos ofrece la imagen del nativo suprimido durante siglos, la imagen del travesti o la imagen del anciano con su hermoso y viejo cuerpo desnudo: ¡sic! Y así plantea la cuestión de lo que significa la verdadera belleza. 

Fresia Alessandri Baker-Jérwar-asáwer, 1996, de la serie “Los nomades del mar”, Gelatin silver print on fiber base paper, 43,5 x 30,5 cm, Cortesía: Daros Latinamerica Collection, Zürich

Paz Errázuriz se preocupa por los seres humanos y su precaria existencia. Donde sea necesario, refriega los tabúes y abre las heridas para conseguir una visión imparcial de personas marginadas de nuestra cotidiana vida social. Sostiene sin piedad el espejo de nuestra hipocresía neopuritana, con poderosas imágenes que no requieren otra manipulación y que están llenas de una poesía doliente, como el hermoso título de su serie en el manicomio: «El infarto del alma ».

www.pazerrazuriz.com

  1. Sin juicios ni prejuicios, simplemente la humanidad de cada uno. Somos una especie mas de la tierra y sus fotografías solo hacen ver esa simple y sincera naturalidad del ser. Bellas fotos!

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