“(1) La América es ingobernable para nosotros. (2) El que sirve una revolución ara en el mar. (3) La única cosa que se puede hacer en América es emigrar. (4) Este país caerá infaliblemente en manos de la multitud desenfrenada, para después pasar a tiranuelos casi imperceptibles, de todos colores y razas”.
Así desechaba en 1830, poco antes de morir, cualquier noción de “Latinoamérica” un desengañado experto en la materia: Simón Bolívar.
¿No será que a quienes armamos la Colección Daros Latinamerica nos motivó un malentendido impulso posbolivariano? ¿Fue acaso el nuestro un obsesivo y pretencioso intento animado por un idealismo europeo (¡alemán!) de unir entidades (lo “latinoamericano”, el arte de América Latina…) que en realidad no quieren unirse?
Por un lado, vemos a “Latinoamérica” como una variación, una parte disociada del “occidente cristiano”. Por otro lado, cada rincón de la historia de Latinoamérica está lleno de decenas de elementos autóctonos. Aunque sus portadores hayan sido aniquilados por los europeos en los días de la conquista, no han desaparecido sin dejar rastro, sino que –muy por el contrario– perviven de múltiples formas.
En otras palabras, estamos lidiando en esencia con una mezcla extrema de culturas e ingredientes regionales –indígenas, africanos, europeos y del oriente medio y lejano– que han venido convergiendo allí en los últimos siglos. No es de extrañar que el concepto de una identidad latinoamericana –o para ser más precisos: la búsqueda de tal identidad– fue y sigue siendo un tema de suma importancia.
El enemigo interno
En la década de 1990, cuando comencé a involucrarme con el continente latinoamericano –su historia, su cultura y su arte–, el debate sobre la identidad estaba en su apogeo. Por fortuna, hoy ya no ocupa un lugar tan medular como en aquel entonces, cuando para colmo lo atizaba el 500 aniversario del “descubrimiento”.
Durante todos los años en que trabajé con Latinoamérica, me cuidé de hacer comentarios sobre el tema. Más bien escuchaba con atención, y fui moldeando mi propia opinión cultural-política y cultural-histórica. Hoy considero que “Latinoamérica” opta por esconderse de su propia identidad porque es más cómodo que enfrentarse a sí misma. La tan mentada, buscada y evocada identidad sí existe después de todo; ¡solo que no se percibe porque no es fácil atreverse a mirar a la realidad de frente! En cambio, para no convertirse en el blanco de sí misma, ciertas proyecciones han funcionado durante siglos: sobre el propio yo, los familiares, los (respectivos) vecinos y sobre los (siniestros) iniciadores de todo mal: los conquistadores europeos y, por supuesto, los imperialistas estadounidenses.
Es francamente grotesco que las sociedades latinoamericanas no aprecien sus propias identidades y prefieran ignorar cómo estas han evolucionado a lo largo de los últimos siglos. ¿Tendrán miedo de no encontrar su salvación en casa por llevar demasiado tiempo ensuciándola y deshonrándola al actuar como sus propios colonialistas, clasistas y racistas? Se han convertido en los explotadores de sus propias sociedades desde hace tanto tiempo (lee la predicción de Bolívar más arriba) que ya les resulta algo incómodo considerar los resultados devastadores de sus propias acciones.
¿Ya se han vuelto obsoletas y sin sentido, o siguen siendo válidas mis críticas y polémicas observaciones? Les pido sus comentarios y correcciones, queridos lectores. Después de todo, ¡les concierne a ustedes!
Hace unos años –más aún que en el presente– veía con frecuencia que la autoevaluación de muchos intelectuales latinoamericanos se caracterizaba por la falta de algo (¿de qué, en realidad?) y por un complejo de inferioridad que solía enfurecerme. Como si fuera un estigma haber nacido en Latinoamérica. ¿Sigue siendo este el caso?
Volviendo al arte, me parece genial que Latinoamérica aún discuta sobre arte; que el arte todavía se tome en serio y que constituya una parte inherente de la vida social y política. Como lo dijo una vez mi colega Mari Carmen Ramírez: “Vengo de una tradición donde los intelectuales y los artistas son parte de la esfera pública; donde participan en la formación de la vida pública a diario”. En países europeos como Francia, España e Italia esto también es cierto. Es lamentable que a los centroeuropeos nos resulte menos fácil integrar el arte en la cotidianidad sociopolítica.
Tal vez deberíamos no solo aceptar el término y el concepto de Latinoamérica, ¡sino más bien introducir el concepto de Latinoeuropa!
Apreciado Hans!
Nos vimos un par de veces en Daros Zurich algunos años atrás gracias a las puntuales invitaciones a las exposiciones de Felicitas.
Me gusta tu término Latinoeuropa, es mucho más fiel a la realidad que Latinoamérica. En los USA se utiliza también para las escritoras de origen latino nacidas allí el término: latinounidense.
Te adjunto un pequeño artículo que redacté sobre el tema hace tiempo.
Herzliche Grüsse!
Manuel
La Amérique Latine es una invención francesa.
En algún momento de 1864 criollos y mestizos de la América Española que no estaban muy contentos con la madre patria decidieron tomar su propio rumbo y alejarse de todo aquello que oliera a Hispanoamérica o Iberoamérica. Tampoco querían ser “americanos” como los del norte.
Francia, que tenía menor presencia territorial que España y Portugal en el continente, vio la oportunidad de obtener ventajas económicas y comerciales si lograba incluirse dentro de un bloque formado por tres naciones de cultura y lengua latina; además de cristianas.
Se dice que fue el francés Michel Chevalier quien inventó el término y convenció al Emperador para su adopción considerando que españoles y portugueses estaban de acuerdo en hacerle contrapeso a los sajones americanos.
A partir de este acuerdo y consolidación del término América Latina, se genera un espacio de poder del que quedan excluidos ingleses, holandeses, africanos y nativos del continente.
La identidad latinoamericana se circunscribe a esas tres naciones europeas en territorio americano. No se trata de crear vínculos con las otras culturas en el continente, sino de imponer cultura y lenguas latinas sobre lo que ya existe (existió). Como construir una iglesia sobre una pirámide maya. Se destruye todo aquello que no se entiende, sea patrimonio cultural o religioso.
El poder no dialoga ni intenta comprender al dominado.
Hasta aquí todo está claro, el producto cultural y artístico latinoamericano es la suma y mezcla de esos 3 países: un producto esencialmente europeo.
Que un criollo o mestizo tome elementos de los nativos, y los incorpore en SU obra de arte no significa que sea original, lo único que está haciendo es tomar del OTRO, (de ese que niega porque no lo reconoce como persona) algo que no es suyo, algo por lo que no ha preguntado ni conoce, pero le resulta útil (exótico para los extranjeros) para justificar (y conceptualizar por medio de un torrente de palabras huecas) una obra que a todas luces lleva el sello europeo; un arte que pretende, sin lograrlo, ser una amalgama cultural, el reflejo de todas las culturas del continente.
Manuel Giron © Prolitteris
Los latinoamericanos tenemos en común que fuimos conquistados por españoles quienes nos dejaron una lengua y una religión, hace ya más de 500 años. Nuestros países sólo tienen esa similitud. Creo que no asumirnos como una nueva raza nos ha perjudicado. Yo como mexicana se padre español, me siento solo mexicana dentro y fuera de mi país. Creo que el día que nos asumamos como una raza sin las cargas del pasado creceremos como nación.
Estimado Hans, Lamento tener que discrepar contigo. Latinamérica es el concepto que mas ha dañado nuestras culturas y nuestras posibilidades de acreditar nuestros productos culturales. Pienso que buscar unos aspectos comunes puede tener algún (poco) valor en lo económico. En comercio en particular. Pero – sin ninguna intención de pretender que la producción artística, musical, operística o literaria de un país es mejor que la de otro – nuestras diferencias de TODO TIPO vencen todos nuestros esfuerzos por acreditarlas. ¿Que te parecería una exposición de “pintura europea” incluyendo obras de Portugal y Finlandia? Sin embargo nuestras diferencias étnicas, culturales, económicas, temporales, poblacionales son mayores entre Argentina y Mexico o entre Perú y el Caribe. Es precisamente esta maldita costumbre de meternos en una misma bolsa que ha destruído todos nuestros intentos de avanzar.
Te cuento que hace muchos años cuando era yo ejecutivo de una multinacional dedicada al comercio internacional de cereales, aceites vegetales y sus subproductos fuí invitado por el Department of Agriculture en Washington para atender un seminario de dos días sobre “Latinamerica and the International Commerce of Agricultural Commodities”. El primer día atendí una sesión dedicada a sobrepoblación. Escuche con atención las presentaciones de representantes de varios país. El moderador de repente me preguntó porque no hablaba del “problema argentino”. Le contesté que mi país necesitaba importar entre 50 y 100 millones de seres humanos para poder desarrollar su potencial. En ese tiempo éramos 23 millones en un país 70% de la superrficie de los USA (sin Alaska). El Departamento de Agricultura no se había dado cuenta de nuestro problema. Y así…….con todo.
Tengo una pequeña colección de sobres dirigidos a mi: Buenos Aires – Brasil (incluyendo uno de la Fondation Cartier y otro del Ministère des Affaires Étrangères. Hace dos meses, una señora (¿culta? o por lo menos se creía como tal) le preguntó si nuestra vida en Montenegro era agradable. Se refería a Montevideo. ¡Salúd!