El cubano Santiago Rodríguez Olazábal es un artista excepcional en el panorama artístico de hoy, y no solo en América Latina. Aunque respetado por la crítica internacional, quizás no siempre se le ha dado el lugar que merece porque su obra se concentra en su propia religión autóctona, la santería. ¿Qué diríamos en Europa si un artista apareciera hoy en escena para presentarnos la iconografía cristiana?
Sacerdote y artista de la santería

La santería proviene de correspondencias entre las antiguas deidades yorubas de África Occidental, llamadas orishas, y los santos del panteón católico. Se sustenta en la relación personal entre sus practicantes y las deidades orishas por vía de la adivinación, el sacrificio, la iniciación y la mediumnidad, con el fin de conseguir protección, sabiduría, éxito y guía.
Son muy pocos los artistas que se han atrevido a acercarse a esta particular iconografía religiosa, como fue el caso del artista y fotógrafo brasileño Mario Cravo Neto (1947-2009), quien se apropió de la imaginería del candomblé brasileño, una religión similar a la santería (ver la entrega #42, del 21 de diciembre de 2019). En Cuba, Belkis Ayon (1967-1999), quien murió a destiempo, trabajaba con imágenes santeras (ver la entrega #30, del 22 de junio de 2019); sus compatriotas Marta María Pérez Bravo (nacida en 1959), José Bedia (nacido en 1959) y Manuel Mendive (nacido en 1944) también se comprometieron con esta iconografía espiritual.
Mientras que las manifestaciones artísticas de las religiones prevalentes –el cristianismo, el islam, el judaísmo, el budismo y el hinduismo– nos resultan más o menos familiares y han informado de forma sostenida sus determinados paisajes culturales durante los últimos siglos, este no es para nada el caso de la santería; sobre todo porque permanece siempre envuelta en misterio y pocas personas tienen acceso a su núcleo, iniciándose en sus ritos religiosos. Una de ellas es Santiago Rodríguez Olazábal, quien se convirtió en babalao («Padre de los Misterios»). No solo practica su religión a diario en su condición de sacerdote yoruba, sino que también sondea sin cesar sus profundidades y trasfondos religiosos.
Enigmáticas cajas de resonancia

El arte de Santiago Rodríguez Olazabal es sin duda diametralmente opuesto a cualquier tipo de conceptualismo cerebral y más o menos inteligible. Esta puede ser una de las razones por las que muchos de mis colegas curadores no se atrevieron a promover sus obras. En definitiva, sus dibujos, pinturas e instalaciones se explican con menos facilidad que otros artefactos.
«Sus obras de arte no forman parte del arte sagrado, pero funcionan como cajas de resonancia, como ecos que repiten o retrasmiten los mensajes provenientes de la religión, aunque con las inevitables distorsiones subjetivas, provenientes de los estilos y las modas del arte de la época y de la originalidad personal del creador (…) Sus cuadros son verdaderos jeroglíficos; discursos oscuros, densos, sintéticos, que dicen y callan al unísono». (Orlando Hernández en Cuba: Ficción y fantasía, Casa Daros, Río de Janeiro, 2015, págs. 103, 111).
Es por ello que las obras de Santiago Rodríguez Olazábal no son accesibles de inmediato. No pueden traducirse de forma literal. Sin embargo, al observarlas con detenimiento intensivo se van abriendo, poco a poco, en virtud de la arquetípica espiritualidad inherente a estos símbolos numinosos e imágenes poéticas que en un inicio nos desconciertan.
galeriasaroleon.com
Gracias. Muy interesante.