¡Creo en el poder del arte! Creo en la fuerza eficaz y el pujante impacto que puede ejercer el mejor arte sobre los asuntos estéticos, sociales y políticos.
Hace poco me tropecé con un texto mío sobre el potencial del arte, escrito y publicado en 2005, y que ofrezco aquí para su discusión:
‘Cultura’ es un concepto amplio y vago. Según los intereses de cada quien, a menudo se malinterpreta y se vuelve presa de diversos prejuicios. Sin duda, la noción de cultura posee un estrecho lazo con la crianza y la educación. Por ello predomina —al menos a primera vista— en los círculos acaudalados. Sin embargo, al ampliar este concepto, entendiéndolo como la creación y transformación de la conciencia, estos parámetros cambian. Solo se puede crear una conciencia cultural de forma sostenida si también se toma en consideración el aspecto ético de la cultura, que a su vez se relaciona íntimamente con la estética. El simple hecho de conocer el David de Michelangelo y saber dónde está no es, en sí, señal cualitativa de una conciencia cultural. Quiero esbozar cómo el componente estético puede ser una droga de partida o un caballo de Troya para crear conciencia cultural. Estoy convencido de que la cultura estética es algo innato en el ser humano; algo que existe, si bien de manera difusa, como una necesidad latente y real —o como un deseo insatisfecho— en todos los niveles de la sociedad. Incluso en los ámbitos más pobres.
Como un ejemplo notable, te quiero hablar sobre una obra del artista puertorriqueño Chemi Rosado Seijo, quien eligió a una comunidad de su isla para un experimento interesante. Su proyecto socio-estético se basó en ofrecer a los habitantes de El Cerro, en Naranjito, la posibilidad de pintar sus casas de verde. Cada familia podía elegir su tono preferido de verde para su vivienda. Junto con un grupo de artistas, pintaron la primera casa. Le siguieron otras, hasta completar 200. El proyecto desencadenó un fuerte proceso de identificación y de integración social en el pueblo. Comenzaron a discutir, a pelear, a entender y a reflexionar, ya que se trataba de crear algo que transcendía la triste monotonía del día a día; de hacer algo loco; de sumergir a un pueblo entero en el verde para, así, pintar un cuadro.
Este proceso involucró a todos los habitantes de la comunidad, quienes durante meses estuvieron en estrecha y enriquecedora interacción. Acorde con el concepto de Joseph Beuys del arte como “escultura social”, el pueblo entero fue transformando su aspecto visual, estético y social en un continuo proceso. Por primera vez, la gente reflexionó intensa y apasionadamente sobre la apariencia estética de su pueblo, que, gracias a esta transformación, adquirió un aspecto nuevo y diferente. Mediante la observación y posterior evaluación del antes y el después, los habitantes adquirieron la capacidad de percibir su realidad con mayor transparencia e intensidad, en términos de vivienda y formas de vida, como individuos y como colectivo.

Su posición socio-estética fue cambiando. Supieron diferenciar un tono verde del otro; supieron diferenciar el pueblo de antes del que vino después, y del pueblo en el que iría transformándose. Por más insignificante que parezca este proceso, su importancia real es poderosa. Solo cuando yo aprenda a diferenciar, podré cambiar algo en este mundo. Sin embargo, para ello debo tener las ganas de hacerlo y estas ganas se pueden despertar a través de la estética y el arte. En otras palabras, al entablar una discusión sobre lo bello frente a lo feo —es decir, sobre asuntos que no se relacionan de forma directa con las necesidades primarias de los seres humanos— se atrevieron a iniciar un diálogo en apariencia superfluo, pero que en realidad no lo es.
De esta forma, con una acción muy simple, se supo crear conciencia acerca de la capacidad de diferenciación estética —que está directamente unida a la capacidad de diferenciación social— para luego desencadenar la reflexión y la consiguiente actuación política. Se logró dar a los habitantes del pueblo una nueva autoestima. Se ganó un valor ético. El importante paso cualitativo consiste en descubrir este valor en una situación específica y reconocer —y seguir comprendiendo— que se trata de un valor fundamental, absoluto y sostenible; opuesto a los meros valores materialistas o efímeros. Es decir, darnos cuenta y ocuparnos de las cualidades estéticas del mundo que nos rodea puede servir de caballo de Troya para contagiarnos de estética. Y no estoy hablando de una estatua de bronce frente a la alcaldía, sino de proyectos concebidos y creados por iniciativa propia y colectiva.
Esto ineludiblemente repercute en lazos sociales más fuertes, en una discusión constructiva con lo existente, con lo propio, y en el análisis crítico de lo ajeno. Por ejemplo, en una discusión sobre “mi tono de verde es más bonito que el tuyo porque…” tengo que defender, afirmar e incluso reconsiderar mi punto de vista recién adquirido. Y puede ser que al final opte por un tono distinto del que había elegido en un inicio. Con ello me adentro en una discusión diferente: no de necesidad cotidiana, sino más crítica y más orientada hacia valores relacionados con la estética y el llamado “buen gusto”. Desde el inicio, pongo mi gusto personal en la balanza, en una discusión que de una vez me aleja de aspirar tan solo a cubrir mis básicas necesidades cotidianas. Solo cuando haya alcanzado esta autoestima, seré capaz de reconocer y respetar los valores de los demás. Y con ello, aterrizamos justo en el corazón del desarrollo constructivo de toda cohesión social.
NINGUEM ENTENDE O QUE É “ARTE”….. NASCE,VIVE,E NÃO MORRE,CONTINUA UMA AÇÃO SECRETA,MISTERIOSA DENTRO DO CÉREBRO DOS SERES HUMANOS SEM SABER O OBJETIVO,E CONTINUA PARA O SEMPRE ACIMA DO INFINITO.
O princípio estético é a capacidade de discernimento das partes de uma forma e de suas relações no todo da forma. Leva uma consciência de forma e do todo. Uma consciência de significado elevando apercepção e reflexão. Isto se refere a arte e esta na base da ciência, da religião e da filosofia. Portanto, tem seus impacto em nossa consciência de mundo e na possibilidade de transforma-lo.