Artes visuales

Biennale di Venezia 2022

En Venecia siempre caminas mucho. Los vaporetti están abarrotados y es un lío conseguir un taxi, aparte de que cuestan una fortuna. Por ello, como de costumbre cruzarás 1001 puentes, lo que resulta agradable y, de paso, da buena forma a las piernas y añade al atractivo peculiar de esta ciudad única.

Más o menos agotado por la caminata y los innumerables encuentros forzados con miles de personas que no eran tu razón para venir aquí, por fin llegas a los Giardini, que alojan los pabellones nacionales. Te tomas un rápido caffè en el Bar Paradiso, justo a la entrada, y te sumerges en los jardines con renovadas ilusiones y ganas de explorar.

Resplandeciente bajo la luz del sol, la cúpula del Pabellón Húngaro, recubierta en cerámica de fayenza, nunca deja de impresionar.

Asimismo, el Pabellón Ruso irradia su perpetuo esplendor imperial de Potemkin, aunque esta vez permanece cerrado por obvias razones.

El artista serbio Vladimir Nikolić sorprende e intriga con una enorme videoproyección en formato retrato de un nadador solitario en una inmensa piscina. Justo al lado, el mar de un azul profundo se agita con suavidad, sereno y cautivador en tamaño panorámico súper-cinemascopio ¿Añoranza serbia por el mar?

Mi preferido terminó siendo el Pabellón Belga con los vídeos de Francis Alÿs sobre niños de todo el mundo inmersos en sus juegos, despreocupados y alegres: pequeños belgas absortos en una carrera de caracoles o un niño africano subiendo una gran llanta hasta un vertedero de minas para luego rodar loma abajo apretujado dentro de la llanta.

Una explosión de colores y kitsch sentimental te espera en el Arsenale. Buena parte del montaje parece familiar, como si ya se hubiera expuesto antes así mismo o de forma parecida: con desmesuras floridas y un cúmulo de flatulencias y derivas cósmicas sin sentido alguno. Ovidio habría estado encantado con todas las transformaciones que se producen. Y los visitantes aficionados a la astrología sin duda sentirán que valió la pena la inversión. 

Lo que también resulta interesante es que el surrealismo (machista) se ha convertido en evidencia del empoderamiento feminista. ¿Pensamiento mágico como proyecto emancipador? La llamada “espiritualidad” se celebra en abundancia aquí y se invoca a falta de explicaciones. Podría decirse que hemos llegado a una era neorromántica de concienciación y sensibilidad.

En comparación, la enorme, elocuente y opresiva instalación del artista italiano Gian Maria Tosatti resulta casi clásica y conservadora. El despliegue de toda una fábrica de costura deja una impresión indeleble porque transmite las inhumanas condiciones laborales que imper(ab)an en la industria.

Luego están los destacados ocasionales, como el estadounidense Robert Grosvenor, de 85 años de edad, deliciosamente intransigente, fresco y descarado.

Si el arte te da igual, puedes disfrutar de la belleza eterna de Venecia

o ir de compras

o comer mariscos deliciosos

o confesarte en una de las tantas iglesias.

Al fin y al cabo, por estas y otras razones es que la Bienal de Venecia se ha mantenido con pie firme durante más de un siglo.

Terminaré con una gran exposición; de lejos la mejor que vi en Venecia este año:

La retrospectiva de Marlene Dumas en el Palazzo Grassi.

Esta dotada pintora se aproxima a nuestro mundo diverso con una mirada aguda, irónica, afectuosa, analítica hasta el verismo y, a la vez, provista de una profunda capacidad de comprensión.

Ciao ¡y nos vemos en la próxima Biennale! 

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