Cuando comencé a trabajar con Daros Latinamerica Collection y comencé a viajar de forma exhaustiva y constante, pronto noté que el supuesto que a menudo se formulaba en América Latina sobre su desventaja como «periferia» frente a los «centros» del mundo, no se sostenía en términos tan absolutos. Ya antes había percibido que los llamados centros se habían agotado y vuelto lentos y propensos a la autorreflexión en todos los niveles. Por el contrario, advertí que las llamadas periferias son en principio más activas, creativas e innovadoras. Después de todo, para poder compensar por sus supuestas deficiencias, a menudo están mucho mejor informadas sobre lo que sucede en los «centros», que tienden a la presunción y a la arrogancia por creerse el eje del mundo pase lo que pase.
“Si una palabra no funciona se pone otra. La imagen es otra cosa. Sobre todo si se trata de retratos. No hay espacio para andar dando vueltas ni se pueden poner adjetivos. El secreto es estar alerta cuando se presenta un encuentro. Prestar atención a la intensidad de la mirada, los gestos, la posición de las manos. Yo creo que, a esta altura del partido, no es necesario hacer doscientas fotos para decir lo que hay que decir. Con hacer algunos pocos retratos, bien hechos, que hablen de dos o tres sentimientos básicos, centrales, alcanza.” (Pacto de silencio, 2006)
Julio Le Parc es un hechicero sinigual cuyos poderes son irresistibles. Con alegre ligereza nos transporta a un caleidoscópico universo de luz palpitante que deslumbra, baila, salta y fluye; un reino de abrumadora belleza y elegancia que ejerce una fascinación hipnótica. En su mágico jardín de luz volvemos a ser niños, inmersos en nuestros juegos y ajenos al resto del mundo.
“La pintura es un campo de batalla (…) en torno a lo que es, lo que no es, lo que debería ser, lo que me gusta, lo que odio, lo que amo.” (Guillermo Kuitca, 2006)
El período que abarca las dos primeras décadas de este siglo ha sido crucial para el arte de Latinoamérica y, por supuesto, para ti y el rumbo de tu galería, ¿cierto?
Así es. Mi madre [Ruth Benzacar] murió en el año 2000, seis meses después que Marcantonio Vilaça. Casi no me parece casualidad que dos figuras cruciales para el arte contemporáneo en Latinoamérica dejaran este mundo con tan pocos meses de diferencia. Creo que hubo un cambio de paradigma en el mundo del mercado del arte justo en ese momento. Me parece que la consolidación, la explosión y la proliferación en el mundo ferial cambia la historia. Y eso va con la globalización y el internet: el mundo mediado por la pantalla. Ocurre casi todo en el mismo momento. Es raro. El mercado comienza a funcionar de otra manera: se va concentrando toda la energía en la feria y las galerías empiezan a tener menos protagonismo en su día a día. Contamos con una presencia real, pero estamos todos enfocados en la pantalla y en la feria como modo de operar. Por supuesto que hacemos nuestras muestras, pero realmente viene menos gente a la galería. El número de visitantes a la galería en la primera década del siglo cae de forma notable.
¿Y también los clientes?
El público sí, los clientes no. Es una moda. El arte de la década del 2000 se vuelve internacional. Queda bien socialmente coleccionar arte contemporáneo, tener una casa con arte. Salen números especiales en todas las revistas trendy. Antes no era así. El arte pertenecía a un mundo más selectivo y no era, como pasa ahora, un amplio fenómeno social. Nunca voy a olvidar cuando, en 2002, se hace la primera, y más adelante, la segunda Basel-Miami. Había mucho despliegue, mucho dinero en torno a la feria y a las buenas casas de Miami; sobre todo, las de las celebridades que se abrían para fiestas muy selectas. Varias fiestas al día. Me acuerdo de estar en la casa de Paulina Rubio, una cantante popular mexicana que estaba en un buen momento. Una chica muy joven. Su casa estaba hecha por un súper arquitecto, llena de arte contemporáneo de la mejor calidad. Yo me dije: acá está pasando algo nuevo. No era lo que yo venía viendo diez años antes.
Tuvo una coyuntura.
Ese fenómeno estuvo creciendo hasta 2008, cuando vino la crisis económica mundial con la caída de los Lehman. Basel-Miami ayudó un montón a que el arte contemporáneo llegara a ocupar un lugar protagónico por primera vez. También se da otro fenómeno medio global entre las décadas de 1990 y 2000: la proliferación de museos de arte contemporáneo, sobre todo en Europa y Estados Unidos. En España cada comuna tenía su museo y, llamativamente, pasa lo mismo en el interior de Estados Unidos y por toda Europa también. La gente se empieza a mover de otra manera, viaja mucho más. El mundo entero se desplaza, miles de turistas visitan museos… Todo eso hizo que el arte contemporáneo se pusiera de moda.
¿Y qué pasó después de la crisis?
El primer mundo –el mundo del hemisferio norte– se recupera rápidamente, igual como el interés por el arte. No pasó en nuestro país. Todavía estamos esperando que eso ocurra. Creo que hay un efecto rebote. Cuando vamos a Miami hoy, hay 24 ferias, lo que significa que hay un publico para eso. Las ferias están llenas de gente que compra y vende, ¿no? El mercado anda.
¿Quiénes dominan ese mercado? ¿Quiénes son los responsables de una caída o una subida? ¿Cuáles son los factores cruciales y determinantes? ¿Cuáles son los motores?
No sé si se puede reconocer eso con mucha precisión. Dentro de todo este movimiento, vamos hacia un lugar que no conocemos. El mercado condiciona mucho, lo que no me parece bien. ¡Tener que trabajar de galerista en una bienal! ¡Que una bienal me enseñe algo nuevo a mí como galerista! Los galeristas estamos vendiendo en las bienales. Es así, lamentablemente. Este mundo del mercado del arte está organizándose desde galerías muy poderosas: monstruos cuyos directores se ocupan de los artistas y sus coleccionistas. Son grandes empresas. No sé si eso esta bien o mal, la verdad. Es lo que es. Galerías como la mía, como Luisa Strina, como Fortes conocen a sus artistas. Los monstruos, en cambio, hacen un master plan. Son maquinas calculadoras de precios, manejan todo un aparato diferente. Dentro de ese universo de grandes ferias, etc., se está produciendo un desbalance, un desfase real. Las ferias convienen a los poderosos precisamente porque nosotros estamos quedando por fuera. Yo no puedo pagar Basel-Suiza. Me admitieron, sí. Hasta ahí, todo bien. Pero no me iba económicamente bien en la feria. No me interesa combatirme con los poderosos: White Cube, Gagosian, Hauser + Wirth. No me gusta ese modelo de galería. Me gusta el trato cuerpo a cuerpo. No me interesa estar en una mesa de directorio y dirigir una orquesta. Ese es otro negocio. Observo todo y creo que estamos en una transición hacia algo nuevo. Radicalmente nuevo. No digo que no sea necesario –por un lado– el oleaje de la información, todo globalizado; acceder a todo, estar conectados, saberlo todo, estar todos en todos lados, entenderlo todo…
¿Sabes, Orly? Escuché exactamente lo mismo de galeristas alemanes.
Es como si tuvieras una gran marca de ropa –digamos, Prada, que es una megaempresa– y la comparas con un pequeño diseñador, como acá tenemos en Palermo. Aquí siempre va a existir la pequeña galería, emergente, experimental o autogestionada por artistas. Y eso esta bien. Los que se quedan en un lugar algo raro somos nosotros. Yo siempre digo que un día me van a echar de Basel-Miami. Llevo arte bueno a Miami y lo vendo casi todo, pero mirando mis gastos, no gano dinero con eso. Cada vez los costos son más altos. Quizás vayamos a tener en un futuro cercano un Basel-Miami Plus para las megagalerías, un Basel-Miami Medium y un Basel-Miami Small.
Hablando un poco de la clientela. Digamos que los primeros años de la década del 2000 eran casi una bonanza.
Así es.
Les iba bien a todos los involucrados. ¿Ves cambios en tu clientela nacional e internacional?
Sí. Ahí entramos en un tema particular que tiene que ver con mi país. En los 25 a 26 años que he trabajado en la galería algo he aprendido, y estoy convencida de que en un país donde la economía no crece, el mercado de arte tampoco crece. Hablo a grandes rasgos. Claro que siempre habrá gente rica, siempre habrá el coleccionista fanático que va a comprar con o sin crisis. Lo que nos pasa a nosotros es que tenemos un país que no crece y por eso su mercado se ha quedado pequeñito también en precios. En las últimas ediciones de arteBA hice un estudio para ver cuál era la pieza más cara de la feria. Y es de ponerse a llorar. Da pena. No hay piezas de 500,000 dólares. Hay una que otra de 100,000 o 120,000, ¡y nadie las paga! Eso te marca la realidad en la que nos movemos. Y si salimos al mundo con nuestro cartelito de Buenos Aires, imagina… En el primer periodo después de la crisis, Argentina había tocado fondo y salió muy bien de ese terrible estado. Todo era muy esperanzador. Sin embargo, después de la crisis de 2008, el país no supo repuntar y dejamos de ser interesantes para el exterior. En Europa ni nos miran, y encima nos alineamos a Venezuela y a Cuba. Eso repercute en nuestro pequeño mercado. Fue entonces que deje ir a Art Basel en Suiza.
En Estados Unidos los coleccionistas solo compran en una galería gringa. El arte tiene que ser sancionado primero por un gringo.
Eso pasa en todo el mundo. En Basel-Suiza estaban mis amigos de Brasil, de México… Marcia, Alessandra, los Riestra… Nos conocemos todos, claro. Y les pregunté: “Perdón, ¿a quiénes les venden ustedes aquí? Los brasileños les venden a los brasileños, los mexicanos a los mexicanos… ¡Es así! La cosa ya cambia cuando el artista latinoamericano entra en las grandes ligas y su obra empieza a venderse en los grandes museos, entran en los contemporary sales y te agarra Marian Goodman, White Cube o algún otro de esos monstruos. Entonces, ya no es más un artista argentino o «sudaca». Ya es un artista internacional. Ahí sí te van a comprar los ingleses, los gringos, los alemanes… Pero eso no pasa en Argentina. Te doy el ejemplo más cruel: tenemos aquí a una estrellita internacional, que es Adrián Villar Rojas. Lo encontré en Rosario cuando tenía 20 años, tocando la guitarra y haciendo un poco de arte. Conmigo se embarcó en una carrera muy seria. Estoy orgullosa y feliz de lo que ha logrado. Pues, resulta que llevo una pieza importantísima de Adrián a Basel-Miami, a la sección principal. Y no la vendo. Marian Goodman y Kurimanzutto están a dos o tres booths de distancia ¡y tienen lista de espera para la venta de obras del mismo artista! En otras palabras, si entra un artista de este nivel en el ámbito internacional, yo desaparezco del imaginario, aunque tenga la obra. Y los precios son los mismos, ojo. Todos cuidamos bien los precios, esos sí. Pero yo vivo con esa realidad. Ya me ha pasado con varios artistas: con Leandro Erlich, con Jorge Macchi… Ojo, todos me dan obra, todos me quieren, están agradecidos. Eso está todo bien, excepto el mercado, que no está bien. ¿Ves?
Me pregunto cada vez más acerca del significado de lo local, de lo provinciano y de lo verdaderamente internacional. ¿Qué es esta clientela de compradores que no sabe, que no conoce? Parece que hoy en día, los coleccionistas no tienen ni criterio ni concepto, y se dejan guiar o desviar por las grandes marcas y nombres. Cuando empezaron las primeras ferias de arte en Alemania y en Suiza, los clientes eran industriales, médicos, abogados, etc., y también alguno que otro intelectual con dinero. Pero esta gente se vinculaba con los artistas de la época y se informaba muy bien.
Yo cada vez valoro más las colecciones formadas por el gusto que las que se arman guiadas por la moda. Cuando aparece un coleccionista que compra lo que le encanta, a mí me complace. Una colección curada tiene el alma del curador. Y las colecciones de moda tienen lo que hay que tener.
Coleccionan nombres, en vez de obras.
Claro.
Un almuerzo con el equipo y artistas de la galería, 2019
Están acabando con el arte.
Por suerte no. Siempre hay artistas nuevos y jóvenes, apasionados… Creo que el arte trasciende todo eso. Unos artistas pierden consistencia o rumbo, pero aparecen otros. Siempre hay creadores buenos, sabes. Y siempre existirán las herramientas que permiten detectar estos talentos.
¿Cómo ves a la situación de los artistas hoy y ayer?
En general, son más profesionales en el buen sentido. Analizan más. Tienen unas producciones más controladas. Para los galeristas, eso es mejor. Son más ordenados, menos románticos. Tienen a veces asistentes y secretarios, quieren ver dónde va su obra. Sin embargo, a menudo pienso en mi mamá. En cómo sería todo esto para Ruth ahora. Tendría 84 años. Creo que no sería nada feliz. Pero a mí me parece fascinante este mundo. Me gusta el reto de acompañar al mundo del arte en este momento.
Muchos colegas quieren etiquetar todo el arte y tienen miedo de lo que les parece freaky o subversivo o lo que no encaja – eso que a fin de cuentas toca la producción artística verdadera.
Claro. Es que hay una necesidad de explicarlo todo.
Hasta la muerte.
El mundo latinoamericano es tan heterogéneo. ¿Cómo diferencias las distintas regiones de Latinoamérica, Orly?
Mira a Mercosur. ¡Es el mejor ejemplo! No existe en la práctica: no hay flujo, no hay libre tránsito en realidad. Todo es insular. Brasil es el país más grande de Latinoamérica. Argentina se cree la Europa del continente. Uruguay es como una provincita que no se sabe bien que es. Chile que es una tirita después de la cordillera. Paraguay es una selva. Bolivia, otra selva… Argentina, Brasil y México son estos grandes monstruos que se comen al resto de Latinoamérica. En el mundo del arte, los que ahora se hacen sentir un poco más son Colombia y Perú.
Argentina es un país de inmigrantes. No quedaron pueblos originarios. Los que existían eran muy pobres. Tribus. No tenían una cultura rica: ni inca, ni maya, ni azteca. No tenemos el apoyo de una cultura ancestral aquí. En todo caso, lo mejor que nos pasó fue la inmigración y lo peor fue exterminar a nuestros pueblos originarios. Nos creemos europeos, pero yo siento que cada vez somos más latinoamericanos.
El mundo del hemisferio norte mira a Latinoamérica con una suerte de ignorancia. Piensa que somos medio indios, qué sé yo. Entonces, una ciudad como Buenos Aires los sorprende: esta ciudad tan europeizada en un lugar muy aislado. A pesar de todos sus problemas, yo siempre he valorado mucho Brasil. Han sabido mantener la Bienal de Sao Paulo. Todo el mundo del arte sabe qué es la Bienal de Sao Paulo. Y nosotros solo estamos a dos horas de allí. Pero Buenos Aires está como en otro plano. La gente no viene acá. Yo digo siempre que nosotros necesitamos más del hemisferio norte que al revés. Necesitamos ampliar nuestros mercados. Ellos se arreglan entre sí. Desde aquí, hay que hacer un esfuerzo enorme. Si ves la subasta latinoamericana y, al lado, la contemporánea, ¡allí están las propuestas! Pero una de las cosas que decidí en mi carrera fue que no me iba a internacionalizar. Claro que a veces invito a artistas de afuera, pero no los voy a representar. Así yo soy yo.
¿Qué es una muy buena obra de arte para ti? ¿En qué criterio te basas?
Quienes hemos visto mucho, intuitivamente percibimos cuál es la buena obra. Esa expertise viene de la experiencia. Tú sabes que mi formación es científica. No tengo formación en teoría del arte. Pero desde mi infancia vivía este mundo del arte; y desde adentro, porque la galería funcionaba en mi casa. Pienso que también hay parámetros objetivos para analizar una obra: la originalidad, el recorrido del artista, la técnica… Pero, ante todo, siempre es mejor mirar primero, sin saber a quién estás viendo. Está claro que no me he equivocado tanto en los artistas que he descubierto y dado apoyo. En ese sentido, creo que he sido honesta y coherente conmigo misma. No trabajo ni promociono nada que no me guste a mí. Le hago caso a esa intuición y a ese ojo que ya se ha vuelto crítico. No ando especulando sobre lo que se vendería mejor o con quién haría mejor negocio. Eso no me interesa.
* ORLY BENZACAR (Buenos Aires, 1956)
Formada como bióloga, se incorporó a Ruth Benzacar (galería fundada por su madre, en 1965) hacia fines de 1990. En el año 2000, debido al repentino fallecimiento de Ruth Benzacar, asumió la dirección de la galería. Desde entonces, potenció el fuerte compromiso con el arte contemporáneo argentino participando en ferias internacionales como ARCO, Art Basel Miami Beach, Art Basel Suiza, MACO México, ArtBo, y en el ámbito local, en arteBA. Durante 10 años realizó el concurso “Curriculum cero”, naciendo de él muchos de los artistas de toda una nueva generación. Desde 2009, Mora Bacal, su hija, se incorporó a la galería, renovando y continuando esta fecunda historia de mujeres galeristas.
A lo largo de los años de intenso trabajo con el proyecto de la Colección Daros Latinamerica, muchas personas fuera de la cultura latinoamericana me han pedido que les diga lo que hace que el «arte de América Latina» sobresalga y cuáles son sus características específicas. Si trato de responder a preguntas tan generales, corro el riesgo de meterme en un lío. Pero no puedo esquivarlas para siempre, así que acepto el desafío.
«Es de suma importancia lidiar con lo que no sabes». (José Damasceno)
Reflexioné durante un tiempo sobre la mejor manera de hablar sobre un artista que no entiendo; cuyo arte no puedo «explicar» porque se me escapa en un nivel racional. A la vez, su obra está muy presente en otro nivel, que me compromete y me lleva a presentarlo aquí.
«Quiero ser capaz de moverte, desafiarte, tocarte, irritarte y provocarte. Es una tarea política, pero difícil. ¿Cómo trabajo? Con información y emoción, información y cultura, información y espectáculo…» (Alfredo Jaar)
«Siempre trato de crear un equilibrio entre las posturas culturales, institucionales, mentales y emocionales, buscando un impacto que sea tanto visual como físico, y que agudice y fortalezca la percepción de quienes lo ven». (Iole de Freitas, 2013)
René Francisco pertenece a la generación criada bajo el impacto del embargo estadounidense que le sirvió al régimen cubano para legitimar su política interna. La creación artística de esta generación se centra en sus propias condiciones de vida, en la cultura de la isla y su historia, y en la multitud de fantasías incontroladas e ilimitadas que responden a la eterna redundancia del cotidiano vivir en este archipiélago tropical. Allí, es práctica común inventarse todo tipo de utopías, ficciones insostenibles e ilusiones escapistas. Forma parte tanto de la vida oficial como de la vida privada.
«Creo que nuestra civilización está alcanzando el más refinado grado de barbarie que registra la historia». (León Ferrari)
León Ferrari fue, de lejos, el artista más irreverente y polémico que he conocido. Su trabajo, sin embargo, abarca muchísimo más que la crítica social. León Ferrari era, en efecto, el «joven eterno»: un provocador formidable, irreverente, nunca conforme… Alguien que, por principio, desafiaba todas las formas y mecanismos concebibles del poder predominante; los analizaba con su agudo ingenio y luego los desarmaba con sus medios artísticos.
Casa Daros se pensó como una casa abierta a todas las personas interesadas y una plataforma para las artes, la cultura y –por supuesto– la dimensión sociopolítica. La concebimos como un cruce de caminos –entre Río de Janeiro, Brasil, América Latina y el resto del mundo– que reunía a muy diversos grupos e individuos a través del arte, abriendo nuevos horizontes con apoyo de nuestras redes e información, y desafiando los patrones habituales de pensamiento y percepción.
Después de «Face to Face» (ver la entrada número 50) presentamos las videoinstalaciones «FOR YOU – PARA USTED» (2009) en nuestras salas de la Limmatstrasse, en Zúrich, y las muestras individuales de Antonio Dias (2009) y Luis Camnitzer (2010). Esta tuvo un gran éxito, y recorrió Sur y Norteamérica durante varios años. Cada una de nuestras exposiciones en Zúrich representó el estreno europeo de artistas, temas y aspectos hasta entonces desconocidos.
¿Por qué las obras de arte y sus autores –los artistas– no ocupan el lugar protagónico que merecen? Estamos hablando de arte, ¿no es así? Entonces, ¿por qué descuidamos a los artistas?
«Curar» una exposición de arte es como llevar a escena una obra de teatro. Primero debes identificar el núcleo de la «pieza» para saber de qué vas a hablar. Le sigue el esfuerzo por ofrecer la mejor presentación posible del material compilado para tu mise en scène.
Una serie de muestras individuales siguieron a la gran exposición de Colombia. Entre los artistas presentados en nuestros espacios de exposición en Zúrich estaban Julio Le Parc, Fabian Marcaccio, Valeska Soares, Cildo Meireles, Ernesto Neto, Guillermo Kuitca y Carlos Amorales. Después abordamos un nuevo estreno con nuestra exposición “Face to Face”.
Ya que nos habíamos comprometido a mostrar sólo obras pertenecientes a la Colección Daros Latinamerica, nuestro programa de exposiciones en Zúrich se basaba por fuerza en la etapa evolutiva de la colección. Todo el arte de América Latina era por lo general ultradesconocido para nuestro público; sin embargo, quise ofrecer la mayor variedad posible dentro de este enorme campo, sorprendiendo a nuestros visitantes una y otra vez con nuevas y frescas presentaciones.
¿Cuál es el propósito de organizar exposiciones? Para mostrar algo, por supuesto. ¿Y por qué queremos mostrar algo? Porque creemos que sabemos o que tenemos algo que otros ni saben ni tienen, y que podrían o deberían interesarse en aquello que queremos mostrarles.
Series de fotos relacionadas con comunidades minoritarias han sido el foco del trabajo de Paz Errázuriz durante muchas décadas. Dedica grandes conjuntos integrales a artistas de circo, malabaristas, pueblos indígenas que aún perduran en el sur del país, pacientes con trastornos mentales y en hospitales psiquiátricos, travestis bajo la dictadura militar…
En un territorio como Colombia, ¿es posible crear un arte que no tenga nada que ver con la situación social del país? ¿Acaso para un artista no es, en cierta medida, una obligación intelectual y ética involucrarse políticamente? ¿Es el ser humano per se —en palabras de Aristóteles— un zoon politikon?
Nunca olvidaré la primera vez que conocí a Wifredo Díaz Valdéz, en su casa de Montevideo. Estaba parado ante su largo banco de trabajo, con su overol azul, como el que usaban antes los conserjes, y comenzó a hablarme de su carpintería. Al principio me pareció un fanático del bricolaje, un manitas filosófico; pero pronto me di cuenta de que estaba ante un verdadero esteta, sutil y extremadamente astuto, que despertaba en mí una curiosidad sin medida.
Toda su vida, Antonio Dias fue impredecible en su expresión artística; listo para sorprender y desafiar a fondo las expectativas habituales. Lleno de un humor subversivo y abismal, lanzó sus creaciones al mundo del arte, donde a menudo enfrentaron incomprensión y produjeron escándalos. Sus obras multicapas y plurivalentes desafían una interpretación concluyente; nunca se dejó acorralar por su creación artística, que, con su carácter lúdico, también lidia con nuestra absurda y fútil condición humana. Su postura permanece serena y elegante; cada potencial enunciado implica, a la vez, su opuesto. En este sentido, su arte tiene poco en común con los mensajes unidimensionales de sus colegas estadounidenses.
Cuando nos reunimos a almorzar en París, en 2018, hablamos de los ingredientes que Carlos consideraba esenciales para garantizar el bienestar, la alegría y el ímpetu que todavía sentía a su edad. Estos eran un entorno tranquilo en el seno de su querida familia; el amor, el reconocimiento y el respeto en sus relaciones con el resto del mundo; y, no menos importante: un emocionante proyecto a la espera de completarse. Carlos, con su característico brillo en la mirada, estaba siempre listo para nuevas empresas.
Hay tanto que merece destacarse sobre Mario Cravo Neto que es difícil siquiera empezar. Estoy profundamente agradecido por haber tenido el privilegio de conocer a este eminente fotógrafo brasileño, un artista idiosincrásico y muy independiente; un espíritu libre y, sobre todo, un querido amigo.
Poco después de conocer a este colectivo, que brillaba con vital ambición artística, en la casa de Cristina Vives en La Habana en el año 2000, los tres jóvenes artistas partieron a conquistar el mundo; o más bien viceversa: el mundo los descubrió en exposiciones en Nueva York, Brasil y Europa. Siguieron con una carrera de ensueño que muy pocos artistas logran tener. Hoy son unos profesionales serenos y hábiles. De alguna manera, se las han arreglado para navegar en el mercado del arte sin que los arrastre la marea.
Nicola Costantino es una artista excepcional y una de las personalidades más vibrantes de la comunidad artística latinoamericana. Con la minuciosidad de un cirujano y el cuidado amoroso de un patólogo hacia su sujeto, mata y diseca terneros, cerdos y otros animales, moviéndose entre la fauna granjera, embalsamando con sumo placer y haciendo trasplantes, híbridos y fusiones. De haber conocido su obra, Hermann Nitsch se habría puesto verde de la envidia.
Iván Capote (nace en 1973, en Pinar del Río, Cuba, y vive y trabaja en La Habana) + Yoan Capote (nace en 1977, en Pinar del Río, Cuba, y vive y trabaja en La Habana)
Admito que nunca he conseguido mantener claramente distinguidos a los hermanos Iván y Yoan Capote, aunque no sean gemelos, sino dos personalidades y artistas diferentes, cada uno con su propio corpus significativo. Sin embargo, estoy condenado a fracasar en el intento de hacerles justicia a cada uno aquí, así que espero me perdonen por haberme tomado la libertad de abordarlos de forma conjunta.
Cuando visité por primera vez a Alejandro Campins en su estudio, hará unos diez años, era difícil apreciar sus pinturas recién acabadas, todas ellas en formatos gigantes. Tuvo que luchar para desplegarlas en ese estudio demasiado pequeño para yo poder imaginarme cómo se verían a una distancia de 15 metros en una blanca sala de exposiciones. Y ni hablemos de sus condiciones de producción, que sin duda debieron exigirle una enorme imaginación.
“Todavía me gustaría cambiar el mundo, pero resulta ser más difícil de lo que pensaba.” (Luis Camnitzer en conversación con Hans-Michael Herzog, Zúrich, 22 de junio de 2009)
¿Cuál es el contexto de una obra de arte? El dogma del contexto —que debe defenderse o evidenciarse— ha sido determinante en los discursos artísticos internacionales del pasado reciente. Por ello, los prefijos para-, meta-, sub-, híper– o el simple des- contextualizar, siguen proliferando contra viento y marea.
En la escuela y en la universidad aprendimos que hace siglos el arte seguía dependiendo por completo de ciertas restricciones, y atado a contextos eclesiásticos o cortesanos. Luego vino la excelsa edad de la Ilustración y, tras ella, la Gran Revolución que puso fin a todo eso…
Waltercio Caldas es el esteta por antonomasia. También es uno de los artistas brasileños más vendidos; lo que demuestra que la calidad y el éxito económico en el arte no tienen por qué ser una contradicción en términos…
Eduardo Berliner tiene mucho que contarse a sí mismo y a nosotros. Durante largos años, y sin cesar, ha ido incorporando a su producción artística un repertorio casi inagotable de imágenes fabulosas….
No es nada inusual que muchos artistas latinoamericanos del siglo XX se hayan formado como arquitectos, ya sea por la falta de escuelas de arte en algunas regiones o por una genuina intención de crear arquitecturas reales para ganarse la vida. La idea de fabricar sus propios mundos arquitectónicos —ensoñaciones 100% ficticias— pudo atraer a jóvenes arquitectos al cosmos de las artes visuales, para así poder dar rienda suelta a sus creaciones poéticas, sociales, políticas y simbólicas, sin ninguna restricción externa.
La segunda vez que fui a Colombia, la curadora María Belén Sáez de Ibarra me mostró obras de Álvaro Barrios. Poco después, viajé a su ciudad natal, Barranquilla, para conocer su producción más de cerca….
Poco después de asumir mi cargo en la Colección Daros Latinamerica, mi querido amigo y colega Eugenio Valdés me mostró la producción de la artista cubana Belkis Ayón, quien recién había fallecido. Al instante reconocí su importancia histórica para el arte y la calidad superior de sus obras, por lo que me puse en contacto inmediato con Katia Ayón, la hermana y albacea de su patrimonio.
Mi intención a este punto es darte mi parecer sobre ciertos artistas representados en la Colección Daros Latinamerica. Pero, ¿cuál sería la mejor manera de hacerlo? Si aplicara principios políticamente democráticos –como la regla de dar el mismo espacio a cada candidato en campaña– seguiríamos sentados aquí durante años, ¡y aburridos hasta el tuétano!
“(1) La América es ingobernable para nosotros. (2) El que sirve una revolución ara en el mar. (3) La única cosa que se puede hacer en América es emigrar. (4) Este país caerá infaliblemente en manos de la multitud desenfrenada, para después pasar a tiranuelos casi imperceptibles, de todos colores y razas”.
La etiqueta “latinoamericano”, en el sentido de una supuesta entidad uniforme, es tan engañosa como describir a alguien o algo como “europeo”, “africano” o “asiático”. Y, sin embargo, se sigue usando todo el tiempo.
Cualquiera que pase un tiempo en Uruguay –sobre todo en Montevideo– y siga la prensa local, se topará cada dos o tres días con informes relacionados de una u otra manera con el legendario Final de la Copa Mundial de Fútbol de 1950 (¡!), cuando Uruguay le ganó a Brasil en el Estádio do Maracanã en Río de Janeiro.
¿Hace tan solo unos años, con ocasión de una conferencia en el auditorio del MALBA (Museo de Arte Latinoamericano –¡sic!– de Buenos Aires), la reconocida artista argentina Marta Minujín me explicó, ahí mismo frente al público, que ni ella ni, de hecho, el país entero tenían nada que ver con América Latina. Me preguntó sin rodeos que de dónde habíamos sacado la idea en Daros Latinoamérica de coleccionar arte “latinoamericano”. No había tal cosa en Argentina…
Luego vino Tegucigalpa, donde al llegar me sentí algo molesto por tener que someterme a un reconocimiento dactilar y del iris. Me vino a recoger Bayardo Blandino, un colega muy profesional y amable, de unos treinta y pico años de edad. Blandino es el director artístico del Centro de Artes Visuales Contemporáneas de Mujeres en las Artes “Leticia de Oyuela” (CAVC/MUA) en Tegucigalpa.
Con el beneficio de la mirada retrospectiva, este fue un viaje interesante e iluminador. Belice, El Salvador, Honduras, Nicaragua y Panamá eran los únicos países que faltaban en mi lista —aparte de Bolivia—, así que el periplo también era necesario. Aunque estos países sean “pequeños” en el mapa y con frecuencia se menosprecien, son muy relevantes para Latinoamérica. Detecté similitudes y diferencias; sus individualidades y sus rasgos en común.
Me he hecho las mismas preguntas una y otra vez: ¿qué le da su carácter especial a México?, ¿qué espíritu específico lo recorre? y ¿qué cualidades marcan su arte? Hasta el día de hoy, me sigue eludiendo una respuesta tangible.
Aún corría el año 2000. Ya me había familiarizado con mi nuevo trabajo y viajado bastante, cuando noté que faltaba Colombia en mi agenda. En realidad, no era de extrañarse porque nadie iba para allá. Con profunda convicción, la gente me advertía que no era aconsejable ir por razones de seguridad. ¿Qué debía yo hacer? Le di vueltas mentales al asunto, sopesando los pros y los contras. Por fin, me dije: “Tengo que viajar a Colombia. ¡Todo estará bien!” Y me puse en marcha…
Mi primer viaje como curador de la futura Colección Daros Latinamerica me llevó a Brasil recién estrenado el nuevo milenio. Aterricé en Río de Janeiro en la mañana del 3 de enero y aún guardo vivo el recuerdo del momento en que vi Copacabana por primera vez en mi vida. Me cegaba el resplandor desde mi ventana en el antiguo Hotel Meridien, mientras me esforzaba por entender dónde estaba. Luego, en la calle, me impelía un erotismo omnipresente; lo que ahora me cegaba era la atmósfera sensual, fecunda, tropical —literalmente CALIENTE— y las innumerables miradas permisivas que buscaban la mía dondequiera que fuera.
No conozco otro país con tantas contradicciones como Cuba.De hecho, no existe casi nada en elarchipiélago caribeñoque no sea en esencia contradictorio.Lidiar con Cuba, por lo tanto, es toda una hazaña.
El sueño del verdadero investigador es descubrir algo radicalmente nuevo, algo que empequeñezca lo que se conoce hasta la fecha. El investigador busca la inmortalidad en una nueva fórmula química o descubriendo la especie que llevará su nombre. Asimismo, el coleccionista de arte —otro cazador— busca con pasión al genio en potencia para contribuir a que brille con luz propia desde el fondo del barril.
Siempre me encantó conocer a grandes artistas latinoamericanos. Algunos, cuyo trabajo me interesaba mucho, ya habían muerto. No creas que todo es más fácil cuando el artista no está vivo. Hay que lidiar con los albaceas, quienes por codicia o ignorancia pueden ser capaces de bloquear, o estropear, patrimonios enteros de obras de arte. Y ello no es exclusivo de Latinoamérica.
Rastreando a los “viejos” artistas del siglo XX a comienzos de este milenio, recuerdo que mi pregunta “¿sabes dónde vive el famoso artista tal y cual?” producía casi la misma reacción donde quiera que fuera: “Ah, ¿sigue vivo?”
Redescubrir a los “viejos” aún no había tomado auge, por lo que mi investigación sobre estos artistas —en buena parte olvidados— me parecía una empresa algo solitaria hacia el año 2000…
Los días de la hamaca han terminado. Este blog existe desde Pascua y ha llegado el momento de hacer balance. Les agradezco por seguir aquí conmigo y —a quienes ya lo hicieron— por compartir sus comentarios.
Me propuse adquirir solo arte de óptima calidad para la colección. Opté por abstenerme de comprar obras menores de un artista. Las concesiones flojas no eran mi estilo y tampoco compraba por impulso. Siempre sabía de antemano lo que quería obtener. Al toparme con algo que me despertaba profundo interés y fascinación, lo consultaba con la almohada al menos una noche antes de decidirme para así garantizar un juicio equilibrado. Una vez, sin embargo, hice una excepción…
Cuanto mejor conoces a un artista —un ser humano como todos los demás, después de todo— más obvias se vuelven las debilidades y fortalezas de su obra. Siempre tuve que cuidarme de no volverme presuntuoso, elevando más de la cuenta las normas de calidad que aplicaba. Es quizá como cuando en el deporte un récord mundial te incita a buscar el siguiente ¡superando una y otra vez a tu propio yo!
¿Cómo podemos reconocer el arte y darnos exacta cuenta de si es sobresaliente o solo mediocre? Suponiendo que no tienes acceso a Wikipedia, ¿cómo distingues el arte excelente del arte promedio? ¿Cuál es la diferencia entre una pericia “normal” y un instinto infalible para el arte?
→ “El sistema automático de detección temprana del arte”
Sobrecogedora, profunda y asombrosa ha sido toda la generosidad, el ingenio comunicador y la educación de artistas y otros exponentes del mundo artístico en Latinoamérica. Mi itinerario estaba lejos de ser una tarea tediosa, ¡era pura diversión! Redescubrí la capacidad que tiene el arte de proporcionar placer. En años anteriores en Europa y Norteamérica con demasiada frecuencia mis discusiones con artistas derivaban en pura trivialidad, centrándose en meras estrategias de mercadeo, tema que les parecía de lo más interesante.
Durante mis extensos viajes por Latinoamérica a lo largo de los años —así como en Norteamérica y Europa— llegué a establecer una red funcional que incluye a la mayoría de los involucrados en la comunidad artística latinoamericana: artistas, curadores, críticos, historiadores del arte, coleccionistas, galeristas y marchantes.
¡Creo en el poder del arte! Creo en la fuerza eficaz y el pujante impacto que puede ejercer el mejor arte sobre los asuntos estéticos, sociales y políticos.
Un libro ingenioso me habría venido muy bien. Algo así como una “Guía del arte latinoamericano” ordenada por países y actualizada, por supuesto, a fin de prepararme para la tarea que tenía por delante. Pero eso sería pura ilusión y, en última instancia, una tontería.
Este trabalenguas alemán —que significa algo así como “En Ulm, alrededor de Ulm y en todos los alrededores de Ulm”— no solo inspiró unos de los happenings de Wolf Vostell; también habla de la ciudad donde nací. Pero ¿por qué diablos contrataron a uno de Ulm para el trabajo de curador en Latinoamérica, en lugar de un latinoamericano que ya hablaba ambos idiomas?
No hubo un solo viaje a Latinoamérica en el que la gente no me preguntara: “¿Habla español?” o “¿Habla portugués?” ¿Acaso no tomo mi trabajo en serio? Qué pregunta más tonta, pensaba en secreto, sintiéndome insultado.
Iniciemos, pues, nuestro camino en dirección a un viaje audaz y espero que lleno de acontecimientos. Por favor ten paciencia cuando mi narrativa te parezca algo caótica o que anda por las ramas: precisamente esas son las cualidades que la hacen verdadera.
¿Qué nos hizo elegir Río de todos los lugares? Queríamos establecer Casa Daros en una ciudad con una próspera escena artística que, no obstante, tuviese amplia cabida para nuevas sedes. Y además buscábamos un lugar atractivo para nuestros futuros visitantes.
Una propuesta de venta única (PVU): “Durante la etapa de introducción y crecimiento del ciclo de vida de un producto, el concepto de mercadeo basado en beneficios únicos funciona muy bien si es el primer producto de su tipo en ingresar a un mercado no saturado” (Wikipedia, traducido de la versión alemana). Casa Daros representó una oferta de arte única para un Río de Janeiro no saturado.
“Nadie es profeta en su propia tierra”. Según los evangelistas, Jesús de Nazaret pronunció estas palabras como condena a la poca hospitalidad que recibió de la gente de su propia ciudad natal, Nazaret. Lo mismo ocurre a menudo en el mundo del arte.
Ya es hora, queridos e ilustres lectores, de ponernos a trabajar y entrar en los detalles. Ello requerirá de su rotunda atención, por lo que les pido seriedad. ¿Acaso estamos aquí solo para divertirnos? Empecemos por el principio y adentrémonos en la colección Daros Latinamerica.
Mi intención es salvar el mundo o, mejor dicho, el mundo de las artes. Nada menos justificaría el que escriba estas líneas repletas de ideas, experiencias, recuerdos y la plétora de cosas que ya tengo bajo la manga. Salvar el mundo de las artes ¿de qué? De la derrota por decadencia, de la ruina por podredumbre y, sobre todo, de los errores del mercado. El pobre Duchamp se estaría retorciendo en su tumba si viese todo lo que ocurre en su nombre.
→ “¿Qué tiene que ver Madame de Staël con América Latina?”