Michel de Montaigne: «Sobre la vanidad de las palabras»
Las noticias falsas no son nada nuevo ni tampoco lo susceptible que es la sociedad de ser manipulada por la palabra escrita o hablada. El quejarse de la desinformación existe desde que existen los documentos escritos. Ahora bien, en vista de los grotescos fenómenos sociopolíticos que presenciamos cada vez más a menudo, la pregunta sobre lo que es correcto o incorrecto y verdad o mentira cobra hoy suma importancia. ¿Por qué demonios vota la gente por un partido político clasificado constitucionalmente como de extrema derecha, como es el caso del AfD en Alemania? ¿Ello ocurre a pesar de este hecho o justo a causa de él? ¿Cómo puede ser que Donald Trump ni siquiera se moleste en ocultar sus muchos procesos judiciales, sino que los ostenta triunfalmente, presentándose como un mártir, y aun así gana más y más simpatizantes y seguidores?
«La retórica se inventó para manipular y agitar a la multitud. La usa solo un Estado disfuncional para dirigirse a su sociedad trastornada, así como la medicina se usa solo para los enfermos. En lugares donde la vulgaridad y la ignorancia no tenían frenos (como en Atenas, Rodas y Roma) y donde los asuntos estaban en constante agitación: ahí se veía una afluencia incesante de oradores».
«Un retórico de tiempos pasados dijo una vez que su profesión consistía en hacer que las cosas pequeñas parecieran tan grandes que se creían enormes. Tan solo presumir de ser tan deshonesto y astuto para el engaño habría sido razón de sobra para ser azotado en Esparta. El rey espartano Arquídamo le preguntó una vez al historiador Tucídides quién era mejor luchador, él o Pericles de Atenas, y recibió esta respuesta desconcertante: «Es difícil de determinar. Cada vez que lo derribo en el deporte de la lucha, me vence con el argumento de que nunca cayó al suelo, ¡y hasta convence al público de que él es el ganador!»
«Las mujeres que se maquillan mucho causan poco daño en comparación, porque no importa tanto si ignoramos cuál es su estado natural. Los retóricos, sin embargo, se ocupan de engañar no solo a nuestros ojos sino también a nuestro juicio, torciendo y distorsionando la esencia misma de las cosas… Aristóteles define sabiamente la retórica como la ciencia de persuadir al pueblo. Sócrates y Platón la consideran el arte del engaño y la adulación…. La falta de juicio de la gente y su susceptibilidad de ser seducida la hace propensa a ser manipulada por las palabras y los discursos elegantes, sin poder nunca discernir la verdad con su propia capacidad de razonar». (Libro I, Capítulo 51: «Sobre la vanidad de las palabras»)

En cuanto a nuestra percepción ultralimitada de lo que es verdad o falso, Montaigne escribe: «Por otro lado, es una presunción necia descartar como incorrecto todo lo que nos parece improbable. Es un error común entre quienes se consideran más inteligentes que los demás…. No hay mayor estupidez que reducir todo a nuestro juicio y nivel de capacidad cognitiva…. Quien nunca ha visto un río cree que el primero que encuentra es un océano. Y consideramos que solo las cosas que están dentro de nuestro marco de referencia son lo máximo que la naturaleza es capaz de producir».
«¿Por qué silenciamos las contradicciones de nuestro propio juicio? ¿Cuáles creencias teníamos ayer que hoy desechamos como cuentos de hadas? La curiosidad y la arrogancia son los dos azotes del alma: la primera nos impulsa a meter nuestras narices en todo y la segunda nos impide dejar las cosas como están sin forzar una decisión». (Libro I, Capítulo 27: «La locura de medir lo verdadero y lo falso con nuestras propias aptitudes»)
Montaigne va al meollo del asunto con esta afirmación:
«Puesto que dependemos de las palabras para comunicarnos, es una traición a la sociedad torcerlas y falsificarlas. Las palabras son la única forma que tenemos de transmitir a los demás nuestros pensamientos y voluntad; son las mediadoras del alma. Al perderlas también perdemos la conexión entre nosotros y ya no sabremos nada el uno del otro. Si las palabras nos engañan, todos nuestros vínculos se escinden y todos los lazos de la convivencia humana se rompen». (Libro 2, Capítulo 18: «Sobre la mentira»)

El cristal trás cual se Mira. O el punto desde dónde se opina. Entonces, comportarse de tal manera que lo cierto aflore, como en la ciencia. O como el zen que desvanece lo aparente para percibir la realidad desnuda. Gracias Hans.
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Después de leer tu ensayo, me pregunto si es el final de la verdad como elemento de referencia?