Michel de Montaigne

«La osada arrogancia del género humano hacia los animales», según Montaigne – Parte 2

Otro ejemplo de la similitud entre humanos y animales es el zorro, del que se servían los tracios cuando se disponían a cruzar algún río congelado, soltándolo para que fuera por delante:

Al borde del agua, ponía la oreja bien cerca del hielo para comprobar si oía lejos o cerca el murmullo del agua fluyendo por debajo. Así, el zorro retrocedía o avanzaba según el espesor estimado del hielo. ¿Cómo podríamos observar al zorro sin concluir que le pasa por la cabeza el mismo razonamiento que pasaría por la nuestra? Lo que hace ruido se mueve; lo que se mueve no está helado; lo que no está helado es líquido y lo que es líquido cede bajo el peso. ¿Qué otro raciocinio –que no sea el de algún tipo de sentido común– lo llevaría a una inferencia tan deliberada? 

Algunos animales son más iguales

Queda bastante claro que los animales son superiores a nosotros en la mayoría de sus tareas y que nuestra facultad de imitarlos es, a lo sumo, muy endeble. Estamos conscientes de que nuestra propia producción, aunque mucho más tosca, requiere grandes habilidades y el máximo esfuerzo mental. ¿Por qué habría de ser diferente para ellos? ¿Por qué atribuimos los logros de los animales a un instinto innato y ciego, pese a que superan todo lo que somos capaces de hacer con nuestros medios naturales y artificiales?

Sostengo que no hay ninguna explicación racional para creer que los movimientos de los animales se basan en un instinto natural y compulsivo, mientras que los nuestros se basan en la libre elección y en las habilidades adquiridas. Es más consecuente concluir que los mismos resultados son producidos por capacidades equivalentes, y que la misma mentalidad y el mismo proceso que determinan nuestras acciones también determinan los de los animales en la misma medida, si no más. ¿Por qué suponemos que se mueven por instinto natural, mientras que no lo suponemos en nuestro caso?

Los humanos no estamos ni más arriba ni más abajo que los demás seres. Todo bajo el cielo sigue la misma ley y el mismo destino. Los humanos están sujetos a las leyes de la naturaleza de la misma manera que los demás seres; o sea, en una posición mediocre, sin privilegios y sin distinguirnos por ninguna superioridad tangible o esencial.

Estúpida vanidad

Nuestro vano orgullo nos lleva a atribuir nuestras habilidades a las nuestras propias facultades, y no a la naturaleza. Nos ensalzamos y ennoblecemos con cualidades adquiridas, dejando los dones de la naturaleza a los demás seres vivos: un arreglo más bien simplón, diría yo. ¡Cuán grande debe ser nuestra vanidad para ver como inferiores y juzgar con condescendencia aquellos logros que no somos capaces de comprender ni de imitar!

Siento gran admiración por la conducta que observo en los perros que guían a los ciegos. Los he visto detenerse en ciertos lugares donde suelen dar limosna; los he visto apartar a sus dueños para evitar que los atropellaran carruajes o carretas, incluso cuando ellos por sí solos tenían suficiente espacio para cruzar. Una vez vi a un perro que abandonó un camino pavimentado y liso al lado de un foso para alejar a su dueño de la zanja. 

La superioridad por la que los presuntuosos seres humanos se felicitan a sí mismos no tiene fundamento alguno. Y si es cierto que entre todos los seres vivos sólo los humanos poseen la libertad de opinión y pensamiento sin restricciones que les permite saber lo que es y lo que no es, distinguir la verdad de la falsedad y los deseos de las necesidades, entonces esta es una ventaja que les cuesta caro y apenas da motivos para jactarse. Porque es justo esta la fuente de los males que asolan a la humanidad: el pecado y la enfermedad, la inconstancia y la impotencia, e incluso la desesperación.

Nuestro deber es respetar y ser benevolentes hacia los animales sensibles; y no sólo hacia ellos, sino también hacia los árboles y las plantas. Debemos justicia a los seres humanos, y gentileza y buena voluntad a todas las demás criaturas susceptibles de recibirlas. Muchas son las relaciones entre ellas y nosotros, y muchas las obligaciones mutuas.”

Fotografía: Youssef Limoud
  1. Otro artista colombiano, Marthin Rozzo, nos ha hecho gozar con las obras de arte creadas por animales, como las polillas, que hacen sus pupas con fibras de lana recojidas de los cajones de ropa. Cada pupa es una escultura formal, con líneas de color que dan a ese medio una originalidad inusitada. ¿No ha llegado el tiempo en que reconozcamos que algunas especies de insectos y animales, pueden crear dibujos, pinturas y hasta arquitecturas, que nos hacen pensar en la grandeza del reino animal, por encima de la soberbía de los humanos. ¿No es acaso esa la receta para el fin del llamado Antropoceno?

  2. Me parecio fantastico lo que publicaste sobre los animales !!!Hay frescura , ademas hay una gran diferencia abismal a los humanos que pensamos que hacemos arte!!!?

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *