«Los herreros, molineros y fabricantes de armas nunca podrían vivir en el ruido perpetuo de sus propios oficios, si golpeara sus oídos con la misma violencia que lo hace en los nuestros. Mi collar perfumado puede sentarle bien a mi olfato, pero después de usarlo tres días seguidos, solo lo notan quienes me rodean. Vivo en una torre con una poderosa campana que tañe el Avemaría varias veces al día. El estruendo sacude hasta mi torre. Al inicio me resultaba insoportable, pero pronto me acostumbré y hoy ya no me molesta; ni siquiera me despierta». (Montaigne, Capítulo XXIII: «De la costumbre»)
Un amo poderoso y mandón
«La costumbre es como una maestra de escuela agresiva y traidora. Con paso silencioso, va deslizándose poco a poco hacia nosotros para extender su esfera de poder. Puede que al principio sea dulce y modesta, pero una vez que ha dejado bien sellada su huella, se quitará la máscara para mostrar su rostro violento y tiránico, contra el que ya no tenemos libertad ni para levantar la vista. Y luego la veremos violar las reglas de la naturaleza en todo momento. La costumbre es la dueña de todas las cosas».
La costumbre es la conducta convertida en un rasgo de la personalidad; algo en lo que ya ni siquiera piensas porque tiene vida propia, como un programa que funciona en piloto automático. Los hábitos se activan por sí solos, a punta de repetirse, y luego es casi imposible deshacerse de ellos. A duras penas logramos romper un hábito, por tonto que sea.

En las garras de la costumbre
«Los efectos de la costumbre pueden reconocerse por las fantásticas impresiones que esta produce en el alma, donde no encuentra mayor resistencia. ¡Qué no es capaz de hacerle a nuestros pensamientos y creencias! Dejo de lado la grosera falsedad de las religiones, que han cegado a tantas grandes naciones y personajes insignes. Los asuntos de fe están más allá de la razón humana después de todo, por lo que es fácil engañarla si no la ilumina alguna extraordinaria gracia divina. En cuanto a las demás convicciones, ¿ha habido alguna demasiado aberrante que la mera costumbre no haya implantado en cierta parte del mundo y elevado a la categoría de ley?»
«Ante todo, el poder de la costumbre consiste en adueñarse de nosotros y sujetarnos de tal manera que es casi imposible sacárnosla de encima y recobrar el debido criterio para revisar sus dictados y examinarlos con la razón. Puesto que nos destetaron a punta de hábitos y percibimos el mundo en ese tren desde el momento en que abrimos los ojos por primera vez, estamos obligados a seguir el camino trillado; y las ideas a nuestro alrededor, ya infundidas en nuestra alma por la semilla de nuestros padres, nos parecen naturales y universales. Es por eso que todo aquello fuera de los linderos de la costumbre, lo vemos fuera de los linderos de la razón, ¡y Dios sabe cuán irracional es eso!
« Las leyes de la conciencia, que según nosotros provienen de la naturaleza, en realidad surgen de la costumbre. En nuestro fuero interno, todos honramos las opiniones y costumbres ratificadas por nuestro entorno. Sin esa validación no podríamos adoptarlas ni rechazarlas en buena conciencia. … Antaño, cuando los de Creta querían maldecir a alguien, pedían a los dioses que lo embaucaran con una mala costumbre».

Thanks Hans, at least it makes me feel good that there is such a clear explanation of a problem we humans face, in the past and now, that have no solution at all.
Gracias, Ricardo!
Hola Hans, estoy muy agradecido de despertar esta mañana con tu reflexión sobre el poder de la costumbre y no inadvertido de su presencia. Me identifico mucho con tu reflexión y con el siempre sorprenderte Montaigne y sus lúcidos ensayos. Sobre la costumbre y el gusto, consecuencia de esta, me he dedicado a reflexionar y trabajar en el campo del arte.
Mis felicitaciones por este espacio y agradecido nuevamente por este recordatorio.
Un abrazo
Gracias, Roberto!