Fue Alexander von Humboldt quien afirmó, hace ya 200 años, que el clima estaba cambiando como consecuencia de la intervención humana en la naturaleza. Figura clave en el avance científico del siglo XIX, Humboldt fue uno de los hombres más influyentes del planeta en aquella época. El filósofo estadounidense Ralph Waldo Emerson (1803-1882) lo llamó «el hombre más famoso del mundo después de Napoleón» y describió los ojos de Humboldt como telescopios y microscopios naturales.
Las primeras ideas ambientalistas
«Cuando se destruyen los bosques, como hacen los hacendados europeos por toda América con imprudente precipitación, los manantiales se secan por completo o se reducen. Los cauces de los ríos, que permanecen secos parte del año, se convierten en torrentes cuando caen grandes lluvias en las alturas. Desaparece la hierba y el musgo con la maleza en las laderas de las montañas, por lo que las aguas que caen en forma de lluvia ya no encuentran obstáculos en su curso; y en lugar de aumentar lentamente el nivel de los ríos por filtraciones progresivas, surcan en fuertes aguaceros las laderas de los cerros, arrastran la tierra suelta y forman esas repentinas inundaciones que asolan el campo» (Humboldt, 1859)[1].
Alexander von Humboldt «descubrió» que en la naturaleza todo está conectado con todo lo demás. Fue el primer científico de la edad moderna en percibir la naturaleza como una red coherente de seres vivos en recíproco equilibrio. Dio forma decisiva a nuestra comprensión actual de los ecosistemas y exigió que la naturaleza se percibiera con todos los sentidos y emociones, no solo con la razón. Fue además un ferviente partidario de los ideales de la Revolución francesa (1789) y un acérrimo opositor del colonialismo y la opresión de cualquier tipo, sobre todo la esclavitud, que denunció a lo largo de su vida. Con una energía descomunal, mantuvo correspondencia incesante con colegas de todo el mundo y escribió casi 50,000 cartas en intercambio scientífico de ideas. El trabajo de innumerables científicos, políticos y artistas sería inconcebible sin Humboldt. A lo largo de sus vidas, personalidades notables, como Charles Darwin (1809-1882), Simón Bolívar (1783-1830), Henry David Thoreau (1817-1862) y muchos otros se refirieron a Alexander von Humboldt y sus obras. Goethe declaró que Humboldt le había dado tanto conocimiento e inspiración, que pasar un día en su compañía era como «haber vivido varios años».
La escritora alemana residente en el Reino Unido Andrea Wulf (1967) publicó en 2015 la mentada biografía sobre Alexander von Humboldt: The Invention of Nature (La invención de la naturaleza). Es un magnífico ejemplo de un libro que, pese a abarcar un tema muy complejo, está escrito con un enfoque contemporáneo y divertido. La estructura sencilla, clara y lógica de Wulf nos guía por la vida y la época de Humboldt. Lo acompañamos en sus fascinantes viajes y peligrosas aventuras. También ofrece importante información contextual y describe los acontecimientos políticos de la época. El resultado es muy inspirador.

Inventar la naturaleza
«Humboldt se alejaba de la perspectiva antropocéntrica que había regido la relación del ser humano[2] con la naturaleza durante milenios: desde Aristóteles (384 – 322), que escribió que ‘la naturaleza ha hecho todas las cosas al servicio del hombre’, hasta el botánico Carl Linnaeus (1707 – 1778), que repitió la misma idea en 1749, más de 2000 años después, al insistir en que ‘todas las cosas están hechas por el bien del hombre’. Durante mucho tiempo se creyó que Dios había dado a los seres humanos el dominio de la naturaleza. ¿Acaso la Biblia no les dijo: «fructificad y multiplicad, y henchid la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, y en las aves de los cielos y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra»? En el siglo XVII, el filósofo británico Francis Bacon (1561 – 1626) proclamó: ‘El mundo está hecho para el hombre’, mientras que René Descartes (1596 – 1650) alegaba que los animales eran autómatas; complejos, tal vez, pero incapaces de razonar y, por lo tanto, inferiores a los humanos.”[3]
Cuando era muy joven, Alexander leyó los libros de los exploradores y circunnavegadores James Cook y Louis Antoine de Bougainville, y quedó fascinado. Recibió una educación estricta a cargo de tutores, junto con su hermano mayor de dos años, Wilhelm von Humboldt, quien se convertiría en científico cultural, teórico estatal, diplomático y fundador de la Universidad Friedrich Wilhelm en Berlín. Su padre había muerto a una edad temprana, y la casi nula relación con su madre era fría en extremo. Desde niño, Alexander coleccionaba todo tipo de insectos y plantas de los alrededores, lo que le valió el apodo de «pequeño boticario».
A la edad de 25 años, en 1794, Alexander ejerció un profundo impacto en Schiller (1759-1805) y en Goethe (1749-1832), a quienes conoció en Jena y Weimar. Goethe confesó que a veces le costaba seguir a Alexander cuando se lanzaba a una de sus innumerables e ingeniosas divagaciones. Alexander y Goethe compartían un interés insaciable por la naturaleza (Goethe tenía una colección de unas 18,000 rocas); día y noche discutían cuestiones filosóficas y científicas. La filosofía natural de Schelling, que concebía a la naturaleza como un organismo vivo, concordaba con la visión de Humboldt: «La naturaleza hay que sentirla», escribió a su amigo Goethe.

Los instrumentos perfeccionados de medición, microscopios y telescopios, contribuyeron de manera significativa a la investigación de las leyes de la naturaleza en aquella época. Como compuertas que se abren, dieron acceso a áreas y esferas antes impensables, como es el caso hoy en día con la nanotecnología y la macrotecnología. Se estaba produciendo la Revolución francesa y acababa de desarrollarse el primer barco de vapor cuando Alexander von Humboldt tenía 20 años. Soñaba con una comunidad internacional e ilustrada, una República de las Letras independiente de la política de cada lugar, que operaría más allá de las fronteras nacionales. Pero esto tardaría en llegar, al igual que sus ansiadas expediciones de exploración y descubrimiento[4]
[1] Cita traducida de Andrea Wulf (2015), The Invention of Nature: Alexander von Humboldt’s New World, Nueva York: Alfred A. Knopf, 64-65. La editorial madrileña Taurus publicó una versión en español de esta biografía en 2017: La invención de la naturaleza: El nuevo mundo de Alexander von Humboldt.
[2] O más bien del ser humano en la Europa judeocristiana (nota de la traductora).
[3] Wulf, The Invention of Nature, 67.
[4] Estos dos sitios ofrecen una plétora de información, documentos, ensayos y otros, no solo sobre Humboldt y su mundo, sino también sobre proyectos pioneros e interdisciplinarios inspirados en la visión abarcadora de este gran científico:
http://www.avhumboldt.de/?cat=47
Conciso e iluminador. Muy interesante. Gracias
Gracias Hans!!! qué excelente información!!! Voy a citarte y volveré a escribirte. va un abrazo
Cuan grande haya sido Humboldt, se debe analizar también esa mirada colonialista y eurocentrista del mundo que replico a lo largo de sus 5 años de su “expedición”. La casi negación del saber y conocimiento de la naturaleza al momento de su llegada al Nuevo Reino de Granada: casos como su relación con Caldas, o ejemplos como el Libellus de Medicinalibus Indorum Herbis (1552) muestran otras formas posibles de acercamiento al conocimiento existente de un territorio.