Fue solo tras la muerte de su madre, en 1796, que Alexander von Humboldt pudo abordar sus planes de expedición. Su herencia reforzó los preparativos del viaje, pero el caos generado por la guerra europea representó un obstáculo tenaz. No fue sino hasta 1799 que por fin pudo poner pie en Venezuela, la primera parada en su periplo americano. El acceso a las colonias españolas en América Latina estaba sujeto a estrictos controles, por lo que no habría podido entrar al país sin el pasaporte especial que le otorgó el propio rey de España.

Tras una intensa y extensa expedición por la cuenca del Orinoco, continuó hacia el altiplano colombiano hasta llegar a Bogotá, donde visitó al eminente botánico José Mutis. Combatiendo la naturaleza tropical y las tormentas de nieve andinas, arribó a Quito, donde se preparó para su ascenso al Chimborazo, el pico más alto del planeta según se creía en aquel entonces. Su cercanía con el ecuador lo convierte en el sitio más alejado del centro de la tierra.
Rosa de Montúfar, la hermosa hija del gobernador de la provincia de Quito, se quejaba de que Humboldt se sintiese más atraído por los volcanes que por ella. De quien Humboldt sí se enamoró fue de su hermano Carlos, quien se convirtió en su pareja estable durante unos años.

Debido a su fama, la sociedad tendía a perdonarle a Humboldt sus «indecencias sexuales» (Theodor Fontane). Por otra parte, estos asuntos no afectaron la relación permanente con su colega y compañero francés Aimé Bonpland (1773-1858).
En condiciones que hoy consideraríamos intolerables y un riesgo vertiginoso, Humboldt y sus compañeros escalaron el volcán Chimborazo el 23 de junio de 1802. Trescientos metros antes de llegar a la cima, el ascenso se volvió imposible; su equipo llegó hasta una altitud de poco menos de 6000 metros. Humboldt plasmó todo este empeño en su famoso Cuadro físico de los Andes y países vecinos. Este dibujo transversal del Chimborazo es un conjunto de datos que registran con claridad la distribución altitudinal de todas las especies de plantas nativas, uniendo «el microcosmos en una hoja».
Atravesando Perú, México y Cuba, el grupo llegó en 1804 a Washington, donde Humboldt se reunió con el entonces presidente de Estados Unidos. Jefferson escuchaba con avidez toda la información sobre sus expediciones. A estas alturas, Humboldt se había convertido en la fuente más fiable sobre Sudamérica. Nadie sabía más acerca de la naturaleza del continente ni sobre la brutal explotación de los españoles, con su trata de esclavos, su agricultura comercial y sus monocultivos (la caña de azúcar y el añil, sobre todo).
De vuelta en Europa
A su regreso, Humboldt recibió una acogida triunfal. A lo largo de los años, él y su equipo habían recolectado 60,000 muestras de plantas sudamericanas. El siguiente paso era analizar científicamente los datos recolectados y evaluar sus experiencias y encuentros. Humboldt se convirtió en una estrella del mundo social de Londres y París, las principales ciudades europeas, donde vivió en los años sucesivos. Viajaba de un lado a otro; incluyendo a Berlín, donde residía por períodos, en especial dado el estipendio que le otorgaba el rey de Prusia.
El espíritu de 1789 había abandonado a Europa. Prusia se había convertido en un Estado policial y Napoleón resentía las insubordinadas declaraciones políticas de Humboldt. Publicaba sin cesar magníficos libros y folios ilustrados, pero con falta de éxito financiero, aunque a Humboldt eso no le importaba demasiado. Una última gran expedición, financiada por el zar ruso, lo llevó a las montañas de Altai y a la frontera con China en 1829, donde él y su equipo atravesaron 15,000 km en tan solo seis meses.
Kosmos
«Tengo la loca idea de describir todo el mundo material en un solo libro», declaró Humboldt en 1834. Cosmos se publicó en varias etapas. El primer volumen salió en 1845, con una introducción de cien páginas que describe «todo»: desde el Universo hasta el centro de la Tierra. El segundo volumen analiza la historia de la humanidad y se convirtió en un éxito de ventas que por fin hizo famoso a Humboldt en Estados Unidos.

Los escritores Ralph Waldo Emerson (1803-1882) y Henry David Thoreau (1817-1862) –quien veía a la naturaleza como «poesía viva» y en 1854 había publicado Walden, su influyente ensayo– se sumergieron en los libros de Humboldt. El primer ambientalista estadounidense y autor de Man and Nature (1864), George Perkins Marsh (1801-1882), hacía constante referencia a Humboldt, al igual que su compatriota John Muir (1838-1914), impulsor del movimiento por los derechos de los animales y de la creación del Parque Nacional de Yosemite.
Simón Bolívar (1783–1830), el «Libertador» de América Latina, mantuvo un animado intercambio con Humboldt. Por si todo ello fuera poco, Humboldt ejerció una gran influencia en Charles Darwin (1809–1882). Sin haber leído los textos de Humboldt, Darwin no hubiera abordado el Beagle. Incluso las entradas de su diario están escritas al «estilo de Humboldt». Darwin se mantuvo fiel a su gran modelo hasta el final de sus días.
Humboldt había vivido una larga vida cuando se iba acercando lentamente a su muerte en 1859, mientras tanto se había convertido en una «curiosidad medio petrificada», como él mismo decía. Diez años después, con motivo de su centenario, decenas de miles de personas se volcaron a las calles del mundo entero, desde Alejandría hasta Moscú y Nueva York. En Berlín se cerraron las oficinas y los lugares públicos para que 80,000 personas celebraran el acontecimiento.

«El sistema económico y el medio ambiente están en guerra. Así como Humboldt se dio cuenta de que las colonias basadas en la esclavitud, el monocultivo y la explotación son sistemas que crean injusticia y una terrible devastación ambiental, también nosotros debemos entender que las fuerzas económicas y el cambio climático son parte del mismo sistema» (Naomi Klein, citada en Andrea Wulf, The Invention of Nature, p. 398).
edition-humboldt.de/index.xql
avhumboldt.de/?p=11781
Un verdadero visionario, absolutamente de actualidad dos siglos después…. Un abrazo
Maravilla de reseña. Volver a leer a el libro inolvidable de Andrea Wulf!!!