«La idea de que no hay nada más fácil que amar sigue imperando, pese a la abrumadora evidencia de lo contrario. No hay actividad o empresa que se inicie con más ilusión y expectativas, y que a la vez fracase tan a menudo como el amor. En cualquier otra instancia, la gente estaría ansiosa por saber la causa del fracaso y cómo hacer para mejorar, o de lo contrario abandonaría la actividad. Puesto que ello resulta imposible en el caso del amor, solo nos queda tratar de superar el fracaso, examinando sus causas y procediendo a estudiar el significado del amor». (Erich Fromm, El arte de amar, 1956)
Radical, holístico y profundamente ético
El psicoanalista y filósofo social Erich Fromm (que nació en 1900 en Frankfurt, Alemania, y murió en 1980 en Locarno, Suiza) fue miembro de la Escuela de Frankfurt en la década de 1930. Emigró a Estados Unidos en 1933, vivió en México entre 1950 y 1974, y luego regresó a Europa. Sus libros más famosos, ambos superventas, son El arte de amar (1956) y ¿Tener o ser? (1976).
El postulado más importante de la utopía social que Fromm expone en El arte de amar es el desarrollo activo y consciente de la propia capacidad de amar, en lugar de ceder al consumismo pasivo y a una conducta superficial. «La sociedad debe organizarse de tal manera que la naturaleza amorosa del ser humano no se separe de su existencia social, sino que se una a ella» (capítulo IV).
De Fromm me sorprende lo relevantes que han vuelto a ser su actitud radical y su pensamiento holístico y profundamente ético. Es por eso que presento su libro aquí. El enfoque psicoanalítico de Fromm, sus referencias a Dios y su percepción sobre los roles de género me parecen algo anticuados. Pero quitándole esas telarañas, su lectura bien vale la pena. Señalaré los aspectos del libro que considero de mayor trascendencia.
El amor necesita aprenderse
«Este libro, por el contrario, quiere mostrar que el amor no es un sentimiento al que cualquiera pueda entregarse así nomás y sin tomar en cuenta su nivel de madurez. Quiero convencer al lector de que todos sus intentos por amar están condenados al fracaso si no se propone desarrollar su personalidad integral para orientarse de forma productiva; y de que la satisfacción del amor individual no puede alcanzarse sin poder amar al prójimo, y sin verdadera humildad, coraje, fe y disciplina. En una cultura en la que estas cualidades son inusuales, ser capaz de amar seguirá siendo un logro inusual» (Prólogo).
Para Fromm, el amor, como la vida, es un arte que debemos aprender. Al igual que la música, la pintura u otra técnica, el amor no cae del cielo. En cierto sentido, esto requiere el amor por amar; algo imposible de conseguir sin la intuición, que según Fromm es la cualidad esencial para dominar cualquier arte.
«No es rico quien mucho tiene, sino quien mucho da» (capítulo II). El amor no tiene nada que ver con el maquiavélico do ut des. Tiene que ver con dar de forma desinteresada. Es esta la condición previa para lograr el verdadero intercambio y progreso social. «Al maestro le enseñan sus alumnos, al actor lo estimula su público y al psicoanalista lo cura su paciente, siempre y cuando no se traten entre sí como objetos, sino que se relacionen de forma genuina y productiva» (capítulo II). En cuanto al amor erótico, Fromm señala, con razón, que si el deseo de unión física no se sustenta en el amor, la relación no irá más allá de una unión orgiástica. Y añade que, en virtud de su carácter exclusivo, todo égoisme à deux es poco propicio para el desarrollo social.

La crítica cultural de Fromm
Fromm dedicó el tercer capítulo –«El amor y su desintegración en la sociedad occidental contemporánea»– a ejercer una crítica cultural que otros colegas de su tiempo, como Günther Anders, expresaron de forma más despiadada y analítica. Sin embargo, los comentarios de Fromm son muy precisos y relevantes. Por ejemplo: «La felicidad del hombre contemporáneo consiste en “divertirse”. Divertirse radica en la satisfacción de consumir y “asimilar” mercancías, espectáculos, alimentos, bebidas, cigarrillos, personas, conferencias, libros, películas; todo es consumible, engullible». O: «El capitalismo moderno necesita de gente que coopere sin problema y en grandes números; que quiera consumir cada vez más y cuyos gustos estandarizados sean susceptibles de modificarse y anticiparse con facilidad. Necesita de gente que se sienta libre e independiente –no sujeta a ninguna autoridad, principio o conciencia– pero dispuesta a obedecer, a hacer lo que se espera de ella, a encajar sin fricciones en la máquina social; que pueda guiársele sin violencia, sin líderes y sin otro objetivo que el de cumplir, moverse, funcionar, seguir adelante». (capítulo III)
¿Qué hay que hacer para aprender a amar?
En el cuarto capítulo, «La práctica del amor», Fromm al fin explica cómo se aprende a amar: «En primer lugar, la práctica de cualquier arte exige disciplina», sin la cual nada se consigue. Además, «casi no hay ni que recalcar que la concentración es una condición necesaria para dominar un arte». Y: «Un tercer factor es la paciencia». Estas tres virtudes se han perdido de vista en nuestra época, ya que «el hombre moderno cree que pierde su tiempo cuando no hace las cosas deprisa; y sin embargo, no sabe qué hacer con el tiempo que gana, salvo matarlo». (capítulo IV)
Ahora bien, para que estas virtudes echen raíces es preciso tener «fe racional». Fromm hace una descripción hermosa de lo que esto significa: «La fe racional es una convicción basada en nuestros propios pensamientos y sentimientos. La fe racional no es la creencia en algo, sino la cualidad de certeza y determinación que poseen nuestras convicciones. La fe es un rasgo de carácter, que impregna la personalidad entera, más allá de una creencia específica. La fe racional está arraigada en una actividad intelectual y emocional productiva». Y: «Sin fe en la persistencia del yo, nuestro sentimiento de identidad se verá amenazado y dependeremos de otras personas, cuya aprobación será entonces la base de nuestro sentimiento de identidad». (capítulo IV)
En este contexto, Fromm también señala: «Creer en el poder constituido equivale a no creer en el auge de las posibilidades por venir» (¡!). Y: «El amor es un acto de fe, y quien tiene poca fe también tiene poco amor» (capítulo IV).
Un último consejo práctico de Fromm sobre el tema de la concentración: «Por mala compañía (…) me refiero también a la compañía de los zombis, de las personas cuya alma está muerta, aunque su cuerpo esté vivo; de las personas cuyos pensamientos y conversación son triviales; que parlotean en lugar de hablar y que sostienen opiniones trilladas en lugar de pensar» (capítulo IV).

El amor 🫶, es un arte universalmente conocido. Es asequible y grautito…